domingo, 28 de septiembre de 2008

FINAL DE TRAYECTO

Cuando se cumplen los objetivos que te marcas al principio de una etapa hay que enfrentarse a la incertidumbre de qué será lo siguiente. A veces, decidirse puede llevar tiempo y ocurre que en ese momento de stand-by uno tiene la sensación de estar perdiendo el tiempo. En ese mismo plano, la absoluta libertad de hacer lo que quieras y el ir donde te apetezca puede acabar siendo un obstáculo en lugar de una ventaja. Por eso, hay que saber aprovechar dicha libertad para ejercerla y tomar el camino adecuado. Arriesgar un poco.

Y anteriormente a todo ello hay que ser capaz de reconocer cuándo una etapa ha terminado y es momento de pasar página. De ese modo podremos continuar camino.

Así pues, hoy a las 18:45 subiré a mi último autobús en dirección a Londres en calidad de visitante.  Sin billete de retorno a la ciudad de Bristol.

El siguiente año lo voy a pasar en Londres, junto con mi compañera de viaje. Estudiando un postgrado en la universidad e intentando luchar en este mundo. Tratar de hacerme un hueco en el universo, amoldarlo y hacerlo lo más confortable posible. 

Bristol queda en mi corazón para siempre. Contento y positivo por todo lo vivido y conseguido en esta etapa. Sabedor de las posibilidades que la ciudad podía brindarme y habiéndolas aprovechado en su justa medida. Pero el viaje continúa. Este sólo ha sido un trayecto más.

En la imagen, La Habana, Cuba. Porque hace precisamente un año estaba andando por ésas calles.

Os recuerdo la misma cita que en la primera entrada del blog: ‘Pero cuántas vueltas habrá dado el globo antes de nuestro reencuentro.’

Escuché la llamada de Londres y acudí. Ahora es momento de seguir avanzando.

Hasta más ver, Bristol.

Y así, también, me despido de todos vosotros, declarando oficialmente el final de este blog. Ya no habrá más entradas. Ha sido un placer escribir, mantener el contacto y recibir vuestras siempre sinceras impresiones.

PAZ

sábado, 6 de septiembre de 2008

ESTADO POLICIAL: CIUDAD DE LONDRES

El tedio invade la expresión de la mayoría de viajeros que esperan a subir al autobús. La intensa e incesante lluvia hace que la mayoría de autobuses salgan con retraso y la espera se hace aburrida. Así que el mínimo detalle que escapa de la monotonía es objeto de miradas y reacciones. Algunos creen que el autobús va a salir y empiezan a hacer cola, levantándose de sus asientos. Falsa alarma, los impacientes perdieron su silla. La demora continúa, cada minuto se hace eterno. En la estación de Victoria, Londres, cientos de personas de cientos de países distintos se mezclan, entre un olor no demasiado agradable, con una sensación de sofoco y de frío lluvioso al mismo tiempo.

Por los altavoces de la estación advierten de que no se puede fumar. Pero la misiva no es un simple recordatorio, las palabras ‘violación’, ‘criminal’ y ‘perseguido’ son utilizadas. También mencionan que la policía y el personal de seguridad controla constantemente la estación. Entonces una de las tantas palomas que pululan por la estación pasa a pocos metros de nuestras cabezas y sigo su vuelo hasta que la pierdo, pero mi mirada se cruza con la de una videocámara de circuito cerrado. Me mira, me controla, me graba, sospecha de mí.

Pasan los minutos, más de quince de retraso sumados a los veinte de anticipación con los que he llegado a la estación hace que le empiece a dar vueltas a la cabeza sobre el tema; la obsesión por la seguridad llevada hasta un punto tan extremo que recorta las libertades del ciudadano. No me apetece leer y reservo la poca batería que le queda a mi reproductor de música para el autobús. Así que observo y pienso. Recapitulo mis dos últimos días en la capital británica.

La cantidad de coches de policía en las calles, la presencia de miembros de seguridad en todos los lugares. La utilización de un lenguaje agresivo donde el no cumplir las normas acarrea problemas graves. Es la táctica de imponer miedo al ciudadano. Sea feliz comprando, cómase nuestros anuncios cada veinte centímetros mientras es arrastrado junto al resto de la masa por las escaleras mecánicas. No ejercite los músculos, tampoco el cerebro. No lo dicen, pero te obligan a ello, no hay otra salida. Escapar por la tangente conlleva toparse con los uniformados.

¿Es esta la era del control? Posiblemente. Promueven la sospecha, alentando al ciudadano a vigilar a sus conciudadanos. ‘Si escuchas o ves algo informa inmediatamente a la policía del suburbano londinense’ rezan los únicos carteles que no te animan a comprar. Me acuerdo del metro de Madrid, donde en las paredes de los vagones podías encontrarte con fragmentos de novelas o sugerentes poesías, animando de algún modo a los pasajeros a la lectura. Así que sentado dentro del vagón intento abstraerme. La melodía de ‘Orion’ comienza a llevarme de viaje por su constelación, cuando cinco miembros de policía irrumpen en el vagón y se disponen a detener y arrestar al tipo que se sienta a mi lado. Sin tiempo a reaccionar observo cómo se nos echan los policías encima y le ponen las esposas. Uno de los policías me ordena que me levante. El vagón está vacío, soy el único que no ha visto peligro en la persona que se sentaba a mi lado. Quizás porque mi mente aun no está tan corrompida ni he dejado que el miedo me invada. Quien se sienta a mi lado tiene pinta de pordiosero, yonki quizás. Probablemente no haya pagado el billete de metro y lo arrestan por ello. Pero apostaría lo que fuese por que no es un terrorista de Al-Qaeda. Después el metro sigue su curso. Y el miedo infundado desde arriba hace su papel. Estamos muy cerca de las sociedades que Orwell y Bradbury predijeron en sus novelas.

Ni tan siquiera algo tan humano como la discusión está permitida. O al menos no hay tiempo para dar lugar a ello. Salidos de la nada los policías vendrán a poner paz, con sus porras y pistolas en la cintura. Así ocurre mientras paseo por Camden Town y un joven es amedrentado por cuatro musulmanes dueños de una tienda. “¡Estabas robando!” “¡No estaba robando! ¿cómo te atreves a acusarme?” Discusión callejera que no va a pasar de eso. Pero quienes controlan ya han llegado. Limitando incluso las reacciones e instintos humanos. Continúe comprando, por favor. ¿Tiene hambre? Allí tiene un Mc Donalds.

El pasado junio George Bush vino de visita a Londres. A tratar temas conflictivos de la agenda internacional tales como Irán o el Eje del Mal. Y en Londres se prohibieron las manifestaciones. A pesar de ello la gente salió a la calle, pero no llegaron a tres mil. Si ni tan siquiera permiten la expresión pacífica de la multitud en las calles, ¿qué será lo siguiente? ¿Qué nos queda entonces? Continúe comprando. ¿Tiene hambre? Allí tiene un Burger King.

Recortar libertades, utilización de un lenguaje que intimida y mete miedo y una vigilancia constante por medio de personas y cámaras. Manipular al ciudadano para convertirlo en una herramienta del sistema de control, manteniéndole ocupado y parcialmente feliz mientras consume. Miedo y presión: “algo va a ocurrir, y debemos actuar así”. Ésas son las estratagemas que ayudan a mantener las piezas del puzzle en su lugar.

En la pequeña pantalla de información de nuestra dársena confirman la salida en menos de diez minutos. Los altavoces, sin embargo, nos advierten de que hay gente pidiendo dinero en la estación y que les ignoremos prestando mucha atención a nuestras pertenencias. A nuestras posesiones materiales. Cuidemos de nuestros Dioses; materia y dinero. Nuestros Reyes y Reinas; Rey Juan Carlos I, Reina Isabel II; Reyes Dinero. Al minuto, una pareja de buscavidas se acercan y preguntan si tenemos un billete de metro que nos sobre, o en su defecto una moneda. Pocos son los que dan. A pesar de encontrarse un no como respuesta, siempre sonríen, piden perdón por las molestias y desean buen viaje.

Subo al autobús e intento quedarme dormido cuanto antes posible, para dejar de agobiarme un rato, pero tengo frío y levanto la mano para cerrar el aire acondicionado sobre mi cabeza. Hay una pequeña cámara de vigilancia situada justo sobre mi. En total hay cuatro en el autobús, para controlar a los pasajeros. ¿Vendrá la policía del pensamiento a detenerme por mis sueños de libertad?

PAZ