lunes, 28 de enero de 2008

SIETE EN UNO

En un mes he pasado por siete ciudades en cuatro países distintos. Así que ahora que tengo un mes hasta el próximo viaje, es un buen momento para sentarse a reflexionar y contaros alguna que otra historia. Básicamente porque desde ayer por la noche, que aterrizamos en Bristol, mi mente ya está volando de nuevo. De modo que antes de aventurarme en otros proyectos, repasaré algunos de mis viajes recientes como ejercicio de recapacitación.

La banda sonora que he elegido para sentarme frente al ordenador es “Jaku”. Un disco brillante y genial del japonés Dj Krush, quien, a su modo, me hace viajar por tierras lejanas y sabe acompañarme con miradas misteriosas a todos los rincones del interior humano. Poned especial atención a ‘Slit of Cloud’ y a ‘Still Island’; entenderéis de qué hablo.

Dándoos la bienvenida al año desde aquí, pienso que, en el lógico afán de superación humano en el que nos desarrollamos como seres, este 2008 van a ser doce meses llenos de sorpresas, disfrute y trabajo multidireccional. Y desde aquí os lo iré contando todo mientras mi estancia en Bristol siga siendo permanente y el centro neurálgico de todos mis movimientos. Porque a lo largo y ancho del planeta, pase lo que pase y digan lo que digan, "un año más responderemos creando".

El 23 de diciembre viajé de Bristol a Madrid y nada más aterrizar fui directo a Logroño. Pasé allí dos días con la familia, y el 25 por la tarde volví a Madrid. Ví a algunos colegas durante unas horas y salí por el barrio de Lavapiés a tomar unas copas y unos litros.

El 26 por la tarde viajé con mis padres y mi hermano a Atenas, Grecia. Allí estuve hasta el 31 de diciembre por la mañana, y fue suficiente para ver la ciudad e ir a ver al Oráculo de Delfos y el Templo de Poseidón, en el cabo Sunio. Atenas es una ciudad llena de vida que, en cierto modo, me recordó a Lisboa. El barrio de Plaka está lleno de restaurantes, tiendas, puestos ambulantes y un montón de gente que va y viene.

De vuelta a Madrid, pasé nochevieja y año nuevo, y el día 2 por la tarde ya estaba de nuevo en un avión dirección a Bristol. Pero esta vez no viajaba solo, Dani y Sara me acompañaron y estuvieron unos días conmigo. Juntos hicimos una excursión de un día a Londres que incluyó todos los puntos turísticos de visita obligada.

Tras poner algo de orden a mi vida y volver al trabajo durante más de dos semanas, vino el viaje a Irlanda junto a Paula, del cual regresamos ayer. Irlanda es una tierra preciosa, con una gente simpática y alegre que trata de contagiarte de sus ganas por vivir y que manitene lazos con todas las culturas y pueblos de un modo admirable.

Nuestro periplo irlandés nos llevó por Dublín durante dos días, visitando los lugares más importantes de la ciudad y tomándonos un montón de Guinness y otras cervezas típicas del país. Fuimos al Temple Bar y a otros pubs cercanos, y disfrutamos de la música celta en directo en un ambiente típico que nos encantó.

El tercer día fuimos a Irlanda del Norte; la provincia del Úlster, que a pesar de largos procesos y luchas en todos los aspectos, aún no se ha independizado y junto a Gran Bretaña forma el Reino Unido.

En Belfast pasamos un frío día y paseamos por los barrios católicos observando los muros y las dedicatorias a los mártires de la Irish Republic Army, caídos en su lucha por conseguir la independencia y víctimas del ejército Británico de la Reina de Inglaterra.

A escasos metros hacia el norte se sitúa el barrio protestante y también observamos los muros dedicados a los militares, a la Reina y las banderas británicas que ondean en muchos edificios. También vimos las dedicatorias a todas las víctimas que causó la banda armada IRA.

Fue emocionante pasear por unas calles cargadas de recuerdos de pena, violencia y tensión que guardan en su historia y en las memorias de sus habitantes sabores tan amargos. Pero en la mente de la gran mayoría está la ilusión del entendimiento y de la convivencia pacífica. Y por eso se ve que en ambos barrios se respira la calma, aunque se nota dónde la mano poderosa de la Reina ha ido a favorecer más.

Después de aquello fuimos a dar una vuelta por el centro de Belfast, y nos sorprendimos de que es una ciudad digna de observar con tranquilidad y que el gran número de edificios antiguos tienen un encanto que no habíamos imaginado. Por la noche también salimos a tomar Guinness y a ver cómo se juntan los músicos alrededor de una mesa llena de pintas y tocan durante varias horas calentando el ambiente.

Al día siguiente fuimos de excursión a The Giant’s Causeway, convirtiéndose este en el punto más al norte del planeta en el que jamás he estado. El trayecto en coche desde Belfast hasta allí lo hicimos por la irregular y preciosa costa irlandesa, la cual nos recordó mucho a Galicia.

En esta maravilla de la naturaleza, donde la tierra es roja, pudimos pasear y ver cómo una erupción volcánica de hace 60 millones de años y el frío mar hicieron que la tierra se formase de uno modo nunca antes visto; en columnas hexagonales de basalto. Son de distintas alturas y en según qué zonas se mezclan entre las rocas y peñones de la zona en la que se encuentran.

Es uno de los lugares más impresionantes y más maravillosos en los que jamás he estado. Y es curioso, porque según advierten los teóricos del cambio climático, parte de este lugar va a estar cubierto por el mar dentro de unos veinte años aproximadamente. Y entonces me pregunto que cómo es posible que algo que ha permanecido intacto durante 60 millones de años pueda ser destruido por el hombre en menos de mil. Es un caso en concreto que puede hacernos pensar un poco a todos en el tema en cuestión. 

Tras la visita fuimos al aeropuerto de Belfast y nos volvimos a casa, cansados pero felices por haber visitado una tierra y un pueblo sensacionales.

Por hoy es suficiente, un saludo a todos y, con el espíritu que reflejé en la primera entrada del blog más vivo que nunca, os digo: hasta pronto.

PAZ