sábado, 6 de septiembre de 2008

ESTADO POLICIAL: CIUDAD DE LONDRES

El tedio invade la expresión de la mayoría de viajeros que esperan a subir al autobús. La intensa e incesante lluvia hace que la mayoría de autobuses salgan con retraso y la espera se hace aburrida. Así que el mínimo detalle que escapa de la monotonía es objeto de miradas y reacciones. Algunos creen que el autobús va a salir y empiezan a hacer cola, levantándose de sus asientos. Falsa alarma, los impacientes perdieron su silla. La demora continúa, cada minuto se hace eterno. En la estación de Victoria, Londres, cientos de personas de cientos de países distintos se mezclan, entre un olor no demasiado agradable, con una sensación de sofoco y de frío lluvioso al mismo tiempo.

Por los altavoces de la estación advierten de que no se puede fumar. Pero la misiva no es un simple recordatorio, las palabras ‘violación’, ‘criminal’ y ‘perseguido’ son utilizadas. También mencionan que la policía y el personal de seguridad controla constantemente la estación. Entonces una de las tantas palomas que pululan por la estación pasa a pocos metros de nuestras cabezas y sigo su vuelo hasta que la pierdo, pero mi mirada se cruza con la de una videocámara de circuito cerrado. Me mira, me controla, me graba, sospecha de mí.

Pasan los minutos, más de quince de retraso sumados a los veinte de anticipación con los que he llegado a la estación hace que le empiece a dar vueltas a la cabeza sobre el tema; la obsesión por la seguridad llevada hasta un punto tan extremo que recorta las libertades del ciudadano. No me apetece leer y reservo la poca batería que le queda a mi reproductor de música para el autobús. Así que observo y pienso. Recapitulo mis dos últimos días en la capital británica.

La cantidad de coches de policía en las calles, la presencia de miembros de seguridad en todos los lugares. La utilización de un lenguaje agresivo donde el no cumplir las normas acarrea problemas graves. Es la táctica de imponer miedo al ciudadano. Sea feliz comprando, cómase nuestros anuncios cada veinte centímetros mientras es arrastrado junto al resto de la masa por las escaleras mecánicas. No ejercite los músculos, tampoco el cerebro. No lo dicen, pero te obligan a ello, no hay otra salida. Escapar por la tangente conlleva toparse con los uniformados.

¿Es esta la era del control? Posiblemente. Promueven la sospecha, alentando al ciudadano a vigilar a sus conciudadanos. ‘Si escuchas o ves algo informa inmediatamente a la policía del suburbano londinense’ rezan los únicos carteles que no te animan a comprar. Me acuerdo del metro de Madrid, donde en las paredes de los vagones podías encontrarte con fragmentos de novelas o sugerentes poesías, animando de algún modo a los pasajeros a la lectura. Así que sentado dentro del vagón intento abstraerme. La melodía de ‘Orion’ comienza a llevarme de viaje por su constelación, cuando cinco miembros de policía irrumpen en el vagón y se disponen a detener y arrestar al tipo que se sienta a mi lado. Sin tiempo a reaccionar observo cómo se nos echan los policías encima y le ponen las esposas. Uno de los policías me ordena que me levante. El vagón está vacío, soy el único que no ha visto peligro en la persona que se sentaba a mi lado. Quizás porque mi mente aun no está tan corrompida ni he dejado que el miedo me invada. Quien se sienta a mi lado tiene pinta de pordiosero, yonki quizás. Probablemente no haya pagado el billete de metro y lo arrestan por ello. Pero apostaría lo que fuese por que no es un terrorista de Al-Qaeda. Después el metro sigue su curso. Y el miedo infundado desde arriba hace su papel. Estamos muy cerca de las sociedades que Orwell y Bradbury predijeron en sus novelas.

Ni tan siquiera algo tan humano como la discusión está permitida. O al menos no hay tiempo para dar lugar a ello. Salidos de la nada los policías vendrán a poner paz, con sus porras y pistolas en la cintura. Así ocurre mientras paseo por Camden Town y un joven es amedrentado por cuatro musulmanes dueños de una tienda. “¡Estabas robando!” “¡No estaba robando! ¿cómo te atreves a acusarme?” Discusión callejera que no va a pasar de eso. Pero quienes controlan ya han llegado. Limitando incluso las reacciones e instintos humanos. Continúe comprando, por favor. ¿Tiene hambre? Allí tiene un Mc Donalds.

El pasado junio George Bush vino de visita a Londres. A tratar temas conflictivos de la agenda internacional tales como Irán o el Eje del Mal. Y en Londres se prohibieron las manifestaciones. A pesar de ello la gente salió a la calle, pero no llegaron a tres mil. Si ni tan siquiera permiten la expresión pacífica de la multitud en las calles, ¿qué será lo siguiente? ¿Qué nos queda entonces? Continúe comprando. ¿Tiene hambre? Allí tiene un Burger King.

Recortar libertades, utilización de un lenguaje que intimida y mete miedo y una vigilancia constante por medio de personas y cámaras. Manipular al ciudadano para convertirlo en una herramienta del sistema de control, manteniéndole ocupado y parcialmente feliz mientras consume. Miedo y presión: “algo va a ocurrir, y debemos actuar así”. Ésas son las estratagemas que ayudan a mantener las piezas del puzzle en su lugar.

En la pequeña pantalla de información de nuestra dársena confirman la salida en menos de diez minutos. Los altavoces, sin embargo, nos advierten de que hay gente pidiendo dinero en la estación y que les ignoremos prestando mucha atención a nuestras pertenencias. A nuestras posesiones materiales. Cuidemos de nuestros Dioses; materia y dinero. Nuestros Reyes y Reinas; Rey Juan Carlos I, Reina Isabel II; Reyes Dinero. Al minuto, una pareja de buscavidas se acercan y preguntan si tenemos un billete de metro que nos sobre, o en su defecto una moneda. Pocos son los que dan. A pesar de encontrarse un no como respuesta, siempre sonríen, piden perdón por las molestias y desean buen viaje.

Subo al autobús e intento quedarme dormido cuanto antes posible, para dejar de agobiarme un rato, pero tengo frío y levanto la mano para cerrar el aire acondicionado sobre mi cabeza. Hay una pequeña cámara de vigilancia situada justo sobre mi. En total hay cuatro en el autobús, para controlar a los pasajeros. ¿Vendrá la policía del pensamiento a detenerme por mis sueños de libertad?

PAZ

7 comentarios:

pfp dijo...

sobrecoge
enhorabuena por la crónica
Besos mamá

Anónimo dijo...

Hola compa,
Efectivamente, abruma pensar la velocida con la que se acercan los peores futuros, y el silencio con las que las grandes mayorías los aceptan.
La normalización del dominio, su sonrisa histriónica, su arrogancia de vencedor de la historia... Debe de ser verdad eso que dicen los Obrint Pas de que "tornan temps de lluita". O eso o la barbarie.

Juan Fran dijo...

Mu buena duque, este me ha gustao de verdad.

pjdfp dijo...

Se pasan metiendo miedo en el cuerpo, un poco exagerados.

Liverani dijo...

Joder, no sé si me ha dado más miedo tu crónica o que haya miles de capullos uniformados e iletrados sueltos, armados y vigilantes. Además de ser unos perfectos cabrones, son arbitrarios. Muy buena entrada bristolman. Besos!!!.

Anónimo dijo...

Bien visto. Pocas cosas son casuales en esta ola de inseguridad-seguridad. Solución: más pan con tomate entre los pueblos de buena voluntad, y de mala. Piénsalo, un tele-pantomate y te forras. Un abrazo y a seguir.

Anónimo dijo...

Me acuerdo que el cartel ese de "si ve o escucha algo sospechoso, comuníqueselo a un agente de seguridad" lo vimos en el autobús ese que nos llevaba a victoria. Recuerdas? te dije que me parecía muy fuerte.

Como las 4 cámaras en los autobuses interurbanos. Te imaginas un ALSA Madrid-Segovia con cámaras?

Yo espero que todo esto no llegue a Madrid. Aunque en Montera y Desengaño ya han colocado unas cuantas cámaras...

Espero que la gente no se deje tomar el pelo aquí y no sean tan asustadizos. Aquí tuvimos el 11-M y no nos han recortado tantas libertades. Dios bendiga a ZP.


Esta entrada me ha encantado. No la había leído.

Un abrazote man