lunes, 3 de septiembre de 2007

I'M BACK


Mucho tiempo ha pasado desde mi última entrada de capítulos “Bristolianos” y, en consecuencia, muchas cosas han pasado. Por ello, y antes de emprender el viaje a Cuba el próximo 15 de septiembre, tenía pendiente actualizar para contar todo lo acontecido durante este tiempo.
En la última entrada os hablaba de que andábamos buscando nueva casa y ahora ya hace casi un mes desde que nos mudamos. Aunque por un motivo u otro la estamos disfrutando desde hace bien poco.
Tras elegir una entre varias casas, optamos por la mejor teniendo en cuenta la relación calidad precio y situación geográfica dentro de la ciudad. Finalmente nos decidimos por una casa en el barrio de St. Andrews, lindante con el barrio de Montpellier y cerca de St. Pauls, el barrio afro-caribeño. Si en la primera casa estábamos al sur de la ciudad, ahora estamos al norte. La zona es especialmente atractiva; si el barrio donde estaba la casa anterior nos gustaba, este es infinitamente mejor. Es puro barrio; autenticidad y cotidianeidad. Os prometo que la semana que viene os llevaré a dar una vuelta junto a mí.
La casa es un adosado de estilo victoriano situado en una pequeña y tranquila calle a cincuenta metros de la calle principal del barrio, la cual lleva hasta el centro de la ciudad. Consta de dos pisos, cinco habitaciones, un baño, un servicio, cocina, comedor, salón y jardín. En la casa vivimos seis personas; tres ingleses, un galés y Paula y yo. Por el momento la relación con ellos es buena y uno de ellos es especialmente atento, y eso se agradece mucho. Sin embargo, dada la mala experiencia anterior, no queremos hacernos ilusiones con nadie, porque luego acabar mal es costoso e incómodo en todos los aspectos.
La fecha de salida de la otra casa fue el 1 de agosto, pero la de entrada a esta fue el 9, de modo que hubo nueve días en los que tuvimos que buscarnos la vida de algún modo. Paula se fue a Bath, a casa de Eva, compañera de la universidad y gran amiga suya. Yo me alojé en casa de Michael, compañero de trabajo y jefe de cocina del restaurante en el que trabajo. Su novia, que es española, estuvo esos días en España, de modo que pude vivir en su casa sin ningún problema. El último día le regalé una camiseta molona, y le preparé una tortilla de patatas que me salió especialmente buena, además, la cena constó de jamón y otros embutidos ibéricos, cervezas y helado. La verdad es que me lo pasé muy bien en su casa y la convivencia me sirvió para practicar un montón de inglés en conversaciones interminables e igualmente interesantes. Michael es de Ciudad del Cabo, Sudáfrica, y es una de las personas más sinceras y honestas que he conocido aquí. Por lo menos eso me ha demostrado.
El día que nos marchamos de la casa de los húngaros alquilamos un coche para hacer la mudanza, ya que algunas de las cosas las dejaríamos en la futura casa, otras se las llevaba Paula a Bath, y otras me las llevaría yo a casa de Michael. Alquilamos un Fiat Punto prácticamente nuevo, con su volante y pedales en el asiento delantero derecho. Conducir por la izquierda de la carretera no es tan difícil, sólo hay que hacer lo que hacen los demás coches. No hay riesgo en las rotondas ni nada de eso, pero muchas veces, a la hora de cambiar de marcha, tu mano derecha choca con la puerta al ir a cambiar instintivamente, sin embargo tienes que usar la izquierda rápidamente para hacer la maniobra. Conduciendo un coche inglés a veces te sientes como cuando aprendías a conducir, porque tenías que mirar la palanca de cambios y te costaba que te entrase alguna marcha a veces. Aunque en este caso tienes la ventaja de saber conducir con facilidad y no te da miedo nada, es más; al rato conduces con la pachorra habitual y te cabreas con los taxistas y ese tipo de cosas comunes del conducir universal.
A eso de la una del mediodía ya habíamos terminado la mudanza, así que aprovechamos para irnos por ahí con el coche a buscar una playa, ya que hacía un día soleado e inusual por estas latitudes.
Bristol está muy cerca de Gales, así que decidimos acercarnos a ver Cardiff, la capital del principado. Para ir de Bristol a Cardiff se conduce por la autopista M4, y se tiene que pasar por un puente parecido al de Vasco de Gama en Lisboa, y aunque este no es ni la mitad de largo ni de espectacular, es sensacional cruzarlo observando el horizonte de agua que se ve a uno de los lados.
Al llegar a Cardif en busca de una playa, nos tuvimos que conformar con dar un paseo por los muelles y comer algo al lado del mar, pues no había playa. Preguntamos y cogimos el coche de nuevo en dirección a Barry Island, a unas veinte millas al sudoeste de Cardiff. Allí sí que había playa y aunque llegamos por la tarde, y a esas horas ya hacía frío para lo que estamos acostumbrados en la península ibérica, la gente se bañaba. Nosotros nos dimos el paseo de rigor por la orilla mojándonos los pies, y después nos tumbamos en la arena. Después de tomar un batido cogimos el coche e hicimos el último trayecto; volvimos hasta Bristol pasándolo de largo y llegando hasta Portishead, un lugar apacible y tranquilo pero de obligada visita para todos los fans del grupo liderado por Beth Gibbons. Después de esa última vuelta, llevé a Paula a Bath y yo me fui a Bristol.
Tras ese día ajetreado vinieron unos cuantos en los que tuve la sensación de que no hacía otra cosa que vivir para trabajar, aunque los frutos monetarios se agradecen, y para entonces ya había reunido el dinero suficiente para comprarme una bici nueva.
Una mountain bike negra, de aluminio, grande, con 21 cambios, a la que añadí manillares de cuerno, y que va de lujo. Me costó ‘un dinero’, teniendo en cuenta que también me gasté bastante en un candado y un cable de acero para evitar que me la roben.
Sin embargo, a la semana de ir en bici al trabajo y por la ciudad, sufrí una caída un tanto aparatosa que por fortuna no tuvo graves consecuencias, aunque si una lesión de la que todavía tengo dolores y molestias. Iba del trabajo a casa por el carril bici, cuando un autobús se dispuso a adelantarme. Asustado por la proximidad a la que estaba ese vehículo tan grande, me puse nervioso y teniendo en cuenta que iba a una velocidad considerable, perdí el control de la bicicleta e instintivamente me tiré hacia la acera. La caída fue aparatosa y me lesioné el codo del brazo izquierdo, las costillas de ese mismo lado, y me magullé el cuerpo con heridas en varias partes, especialmente las manos, rodillas y espalda. Hablando mal y pronto; fue una ostia espectacular. Di un par de vueltas de campana sobre mi propio cuerpo. El conductor del autobús paró y se bajó a ayudarme, y una chica de una tienda también se portó estupendamente conmigo. Por suerte, la bici quedó intacta, pero el reloj al que tanta estima tenía, ya que lo llevaba en mi muñeca desde que aprobé COU y selectividad, quedó prácticamente destrozado, aunque intentaré que me lo arreglen de algún modo. Después de un par de minutos me volví a montar en la bici, puse plato mediano, me dirigí a casa y, luego, a urgencias.
A raíz de la caída y las lesiones, el médico me dio baja, y además tenía una semana de vacaciones programada. De modo que llevo unas tres semanas sin trabajar y viajando o visitando ciertos lugares y personas. En la siguiente entrada lo cuento todo. Es posible que no vuelva a trabajar hasta después de Cuba, aunque todo depende de lo que digan los médicos.

En cuanto al trabajo, hasta el momento de la caída todo estaba marchando estupendamente. Voy aprendiendo cada vez más y varias tardes a la semana me ponía en frente del grill a cocinar. Lo hago bien, y lo único que me falta ahora es acostumbrarme a tener que preparar cincuenta hamburguesas (y no lo digo en sentido figurado) a la vez sin ponerme nervioso o despistarme. Parece sencillo, pero hay que estar al loro de un montón de detallitos, pues unas hamburguesas llevan queso, otras bacon, otras huevo, y las que no llevan nada, el cliente la pide del modo más extraño que os podáis imaginar. Porque aquí los ingleses no tiene ni idea de comer. Piden unas cosas realmente asquerosas. ¿una de ellas? El pan base, mayonesa, hamburguesa de ternera, chorizo, salsa de mango, lechuga-tomate-y-cebolla, y el pan de arriba. Algunos mezclan piña con pimientos y salsa barbacoa y otros remolacha con manteca de cacahuete. Cómo os lo digo, no tienen ni puta idea.
Para mí, lo mejor que hay en el restaurante es un chorizo importado de España que está increíble. Entre las importaciones españolas también se encuentran los pimientos del piquillo, directamente desde Navarra, y pimentón picante y dulce. Cada vez que trabajas cinco horas o más al día tienes derecho a comer. A la semana de estar trabajando allí ya me harté de las hamburguesas. Qué están muy buenas, sí, qué todos los ingredientes son de gran calidad, también, pero uno no puede alimentarse con un menú de ese estilo. De modo que suelo comer pollo y ensaladas.
Sin embargo no sé cuánto tiempo estaré trabajando de hamburguesero, y espero que sea poco en beneficio de encontrar un trabajo acorde con mi profesión, aunque siendo realista, eso es difícil.

Os dije en la entrada anterior que os hablaría del concierto que Toots & The Maytals dieron en Bristol. Pues bien, el simple hecho de ver a Toots Hibbert en concierto, emociona, sobre todo si eres un fan de la música jamaicana. Que empiecen el concierto con el ‘Pressure Drop’ ya te pone los pelos de punta, y que poco a poco la banda transmita calor y baile hasta el punto de que aquello se convierta en una fiesta multitudinaria, te mete en su juego y no sólo hace que seas partícipe, si no también una parte imprescindible para que el show salga bien. Sonaron especialmente cálidas ‘Monkey man’, ‘Funky Kingston’ o ‘Reggae got Soul’. Para terminar el 54-46, himno de la banda y de todos los presos políticos. La alargaron más de quince minutos y fue un delirio total. La entrada fue gratuita y a mi lado había rastafaris, parejas con sus hijos pequeños, otros que por edad podrían ser mis padres, y gente de todas razas, condiciones y demás diferencias. Es sensacional ver cómo la música une lo que otras tantas cosas separan a las personas.

Antes de continuar escribiendo la segunda entrada que voy a publicar hoy, y que por razones de comodidad para el lector voy a separar, quiero terminar ésta con mi comentario habitual de actualidad.

En esta ocasión, y desde hace ya tiempo, tengo ganas de comentar el tema de la negativa de los socialistas madrileños a que el PSN gobierne junto con NaBai. Al igual que sucedió hace poco con la dimisión de Josep Piqué por el PP catalán, a raíz de disputas internas entre los populares catalanes y los de Madrid, en el tema de Navarra ha habido una imposición centralista que muy poco favor les hace a los socialistas a la hora de conseguir la paz en el País Vasco.
Cuando fui a Irun en abril del año pasado, a entrevistar a Fermin Muguruza, hablamos de un montón de cosas durante casi cinco horas. Por supuesto, e inevitablemente, salió el tema de la paz en el País Vasco. Por aquel entonces la ilusión y el auto-convencimiento de que las cosas iban a salir bien era algo que nos alegraba a muchos. Hablando del tema con Fermin, me dijo que la clave de la Paz a nivel político iba a estar en el entendimiento de los socialistas navarros con los abertzales, y que la iniciativa iba a salir del PSN. Recuerdo que cuando me dijo eso pensé que no tenía demasiado sentido, y no le encontré la relación con el proceso de Paz. No le hice demasiado caso y lo olvidé.
Ahora pienso en todo esto y me doy cuenta de la importancia de que ese acuerdo se produjera y de la visión que tuvo Fermin al decirme que eso sería clave para el proceso de Paz.
Sin embargo, nadie contaba con que iba a meterse Madrid por el medio. Desde que vivo allí me he dado cuenta de que los medios de comunicación y muchos de los ciudadanos creen que su ciudad es España entera y que todo tiene que ser igual a lo largo y ancho del territorio. Para ellos España no es más que una vasta extensión de Madrid. Y por eso se acojonan en cuanto existe alguna diferencia territorial; se creen que entonces la cosa se rompe.
Y en este caso Zapatero, Blanco y compañía, se han acojonado y han puesto el semáforo en rojo a sus colegas del PSN por el ‘¿qué dirán Rajoy, Acebes y zaplana?’, sabiendo que les iban a tachar de colaboradores del terrorismo. Pero una cosa está clara, y es que si se quiere la paz hay que arriesgar a nivel político, y si entonces se consigue, todo el mundo votará al partido que consiguió la paz en el País Vasco.
Me irrita mucho el sentimiento de centralismo y de creerse con capacidad de decisión en todo el territorio español de los políticos, medios de comunicación y ciudadanos madrileños. La están cagando señores.

No te quedes aquí y sigue leyendo para ponerte al día la siguiente entrada. En la foto de arriba estoy controlando la situación. En la de abajo, una de Paula, que ya tocaba.

PAZ

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Duque, me has destrozado los ojos. Lo de la mudanza y todo eso está entretenido, pero realmente qué esperabas del PSOE. Quedan sólo seis meses para las generales y aunque aqui todo el mundo se ria del discurso pepero y del eterno bronceado de Zaplana, lo que ellosdigan tiene mucha importancia. Ya sabes, verborrea rentable que da miedo. Totalmente de acuerdo con lo de Madrid: todo parece único desde aquí, aunque ya sabes que todo este asunto me parece (y lo hará siempre) ridículo. No entiendo cómo alguien se siente de un lugar... quizá porque soy de Madrid. Que lo pases en Cuba, el último reducto.

PS: Curiosa selección musical. No lo esperaba. Besos para los dos.

Anónimo dijo...

oye zurdito para una cosa que te ponen a la izquierda con un canto en los dientes... ya te escribiré ahora es muy tarde, besos

pjdfp dijo...

Bueno, macho ya era hora que escribieses, le estaban saliendo telarañas a tu blog y estaba harto de ver la portada del jueves.
A ver si escribes más regularmente y sacas más fotos de Paula que tu eres mu feo nen!!! Jaja!!
;D