viernes, 14 de diciembre de 2007

POR LA NOCHE


Después de vestirme subo las escaleras, cojo mi bolsa, me despido de la gente y miro el reloj. Son las doce de la noche. En punto. Llevo trabajando desde las diez y media de la mañana, con apenas una hora y media para el descanso. Hoy ha sido uno de esos días en los que he sentido la tentación de largarme del trabajo en plena faena y mandarlo todo a la mierda, pero no me he decidido a ello y, la verdad, no sé muy bien por qué. Me duelen los pies y tengo sueño, pero aun me queda un paseo hasta casa; hoy no he ido en bici a trabajar.

Salgo a la calle. El local de enfrente está a reventar de gente y en las aceras los grupos de chicos y chicas van de un lado a otro. Saco mi iPod y, sin ganas de buscar nada en concreto, lo pongo en sesión aleatoria. ‘Rastaman’s Story’ de los londinenses Vibronics, maestros de la dubtrónica, comienza a sonar en mis cascos. Puro sonido Bristol; nada mejor para empezar la caminata. Avanzo dejando atrás edificios feos a los que no presto atención alguna y me refugio del frío en mi abrigo. Pero me cuesta; Vibronics demuestran que se puede hacer música jamaicana y sonar crudamente gélidos al mismo tiempo. El dub: reggae deconstructivista, cubismo auditivo, retumba en mis oídos y me hace mantener el paso ligero.

Llego a la altura de una de las intervenciones más famosas de Banksy en la ciudad y para entonces está sonando un nuevo tema. St. Germain se hicieron famosos por agarrar el jazz por banda y meterle sonidos completamente ajenos e impensados con un gusto y un saber hacer exquisitos. ‘Thank u Mum (for everything you did)’ comienza con un bajo grave y envolvente y una programación de percusión que me fascina. Sigo camino entre calles oscuras y cruzándome con algunos personajes nocturnos. Me adentro en el barrio de St. Pauls por Jamaica Street. En uno de los callejones que cruzo, hay dos tipos pintando graffiti y el olor a aerosol es intenso. No me apetece parar a mirar qué hacen, además, el bombo ha comenzado a sonar explícito y me impone un ritmo ágil de zancada. Jamaica Street desenvoca en Stokes Croft, justo donde se encuentra otra de las geniales intervenciones gráficas de Banksy. Estoy en pleno St. Pauls y se nota; jóvenes drogadictos pululan por la zona, algunos punkis salen de uno de los garitos de conciertos y los establecimientos de kebabs, pizza y pollo frito están llenos de somalíes, negros e ingleses esperando su turno para pedir. Un joven rastafari vende marihuana y unos metros más adelante se intuye trapicheo entre varios pakistaníes. Cuatro paneles grandes forman el Boletín de Stokes Croft. Los titulares de hoy dicen que Bush es un terrorista y una advertencia reza “Speak your mind!”. En el apartado de anuncios hay conciertos de rap, ska y drum n’ bass.


Llego al barrio de Montpellier, y el arte callejero decora uno de los edificios más carismáticos de Bristol. La que fue una casa okupa y centro social autogestionado, hoy en día está tapiada y desalojada, sin embargo todavía mantiene los paneles que decoran la fachada del bloque. Los dibujos ironizan sobre el mercado del arte y su funcionamiento, recordando en su misiva que la calle es todavía un libre espacio de encuentro para artistas e interesados. 

Dejo atrás la vida nocturna y paso por la zona residencial de Montpellier. St. Germain no han dejado de sonar, es un tema largo y las voces soul acompañan los punteos detallistas de la guitarra eléctrica. A mi izquierda queda la iglesia polaca y los talleres de coche a mi derecha, en la parada de autobús Hommer Simpson está comiéndose una rosquilla. Cuando diviso los arcos que separan a modo de frontera ficticia los barrios de St. Andrews y Montpellier, el jazz-house de St. Germain da paso a los primeros acordes de ‘I hung my head’, canción de Sting versionada y genialmente mejorada por Johnny Cash.


Acorto camino por una calle sin iluminación y donde la neblina quita la poca visibilidad que hay; ambas condiciones me aumentan la sensación de frío, pero no me importa. La voz de Cash me hace pensar en un mundo justo y en paz, algún día.


Cuando comienza a sonar ‘The End’ de The Doors, estoy metiendo la llave en la cerradura de casa. Son las doce y veinticinco.

PAZ

viernes, 7 de diciembre de 2007

EL CRUDO INVIERNO


Hola de nuevo. Ha pasado algo de tiempo desde la última entrada, y no es que no haya ocurrido nada interesante por Bristol desde el concierto de The Cinematic Orchestra, pero lo cierto es que no me apetecía escribir. Incluso ahora mismo podría hablar de muchas cosas; como poneros al día de lo acontecido desde hace semanas o de lo que opino sobre muchos de los hechos que son noticia a lo largo y ancho del globo, pero tampoco tengo especial interés en ello.

Aún así, siento la necesidad de cumplir con el compromiso en el que me embarqué cuando empecé ‘Bristol Links’ y seguir comunicándome con la gente, aunque desde hace tiempo sea casi de modo unidireccional. Por otro lado, bien es cierto que muchos de vosotros me habéis animado y pedido que siga escribiendo, así que voy a continuar haciéndolo aunque a veces me cueste, como me propuse al principio de esta aventura.

Desde hace unas semanas, la vida por aquí viene determinada por el clima y las horas de luz. Hace ya más de quince días que anochece a las cuatro de la tarde y, desde casi un mes atrás, llueve prácticamente todos los días. El otoño ha sido positivamente extraño, y la lluvia fue más bien escasa, pero, por el contrario, el invierno parece que va a ser duro. Mientras tanto, seguimos trabajando y yendo a clases de inglés, avanzando considerablemente el nivel.

El invierno. No sé por qué, pero inevitablemente, y por una cuestión de connotación político-social, dicha estación me trae siempre a la mente Europa del Este, concretamente el Bloque Soviético. Pienso en los años de comunismo tras la Segunda Guerra Mundial, en la Guerra Fría, e imagino esa época como un invierno constante. Como si durante todos esos años no hubiera habido primaveras o veranos. Sí, son otras latitudes y suele hacer más frío por allí, pero mi cabeza no puede evitar pensar en esos tiempos como un invierno infinito. Y es un pensamiento algo contradictorio porque tras la caída del telón de acero nos intentaron hacer creer que el socialismo había fracasado para siempre y que el fin de las ideologías había llegado de la mano del neoliberalismo. Algo falso que con el paso de los años se ha demostrado descabellado y falto de sentido. No cabe duda de que aquello fracasó y no pudo resistir más la tensión que el bloque de los aliados ejercía sobre ellos y que la URSS se destrozaba a sí misma convirtiéndose en un capitalismo de estado asfixiante y desfavorable para el pueblo ruso y los demás países situados en su área de influencia. Sí, aquello fue un invierno. Lejos quedaba ya la primavera bolchevique. Recuerdo que en la película Princesas, la protagonista Caye se preguntaba si se puede tener nostalgia de algo que no has vivido. Y yo creo que tengo nostalgia de la era soviética. Me apena y me atrae, me da frío también. "¿Quién nos devolverá el pasado?"

Tras esta reflexión he pensado en Cuba; ¿se puede comparar? Inmediatamente me he respondido: no. Amigos, aquellos es el Caribe, allí no hay invierno. 

Y según parece, en España vuelve a refrescar.

La estación del frío es más dura en Inglaterra que en los países mediterráneos, y se nota. Pero nos abrigamos y encendemos las luces. Las cosas van bien por aquí, aunque haga frío.

PAZ