miércoles, 27 de agosto de 2008

¿VERANO? ¿QUÉ VERANO?

A las puertas de septiembre nos hallamos y aquí estoy, en Bristol. El cielo cubierto de nubes, amenazando lluvia, temperatura más bien baja, la tónica del verano. La última vez que recuerdo cinco días consecutivos sin llover y saliendo el sol es en mayo. Así, han pasado dos meses en los que no ha ocurrido mucho. En junio nos examinamos del First Certificate y lo aprobamos. Paula se marchó A Coruña a sacarse el carné de conducir y ahí sigue, aunque volverá pronto. Yo he estado buscando trabajo de periodista en Inglaterra y debo decir que es más difícil de lo que pensé. Entretanto he leído algunos libros, he visto algunas películas, algunas las he vuelto a ver, he escuchado música y he pensado en mis cosas, quizás demasiado, quizás inútilmente. Y no he escrito demasiado, como os habréis percatado.

Momentos a destacar de este inexistente verano en cuanto a climatología se refiere:

-El Carnaval del barrio de St. Pauls. Inspirado en el de Notting Hill de Londres, la comunidad afro-caribeña de Bristol organizó un carnaval hace ya más de cuarenta años. Y hay desfiles de disfraces, carrozas y camiones, batucadas, bailes, música en directo, puestos de comida, ropa y todo tipo de accesorios. Todo el mundo andaba celebrando en la calle, bailando, comiendo y bebiendo, y la lluvia lo fastidió todo. Durante horas diluvió y tuvimos que irnos a casa hasta que escampó. Por la noche volvimos a la carga y fuimos al concierto gratuito de Macka B, un auténtico rastaman anglo-jamaicano del que he sido fan desde hace ya tiempo. Afortunadamente la lluvia no volvió y después del concierto comimos un arroz con pollo y frijoles, el alimento original. La noche acabó entre bailes en las sound systems callejeras; dancehall, drum ‘n bass y sobre todo mucho Bristol Dub.

-Concierto de Stephen ‘Raggamuffin’ Marley. Siendo la fecha de Bristol la única oportunidad para ver a uno de los tantos hijos de Bob en Inglaterra (ni tan siquiera tocó en Londres), Michael y yo no perdimos la oportunidad. Presentó su único y primer disco ‘Mind control’ y fue una fiesta y un gran concierto donde sonaron un montón de canciones de Bob, como era de esperar.

-En menos de siete días llegaron los colegas de Madrid y fue una locura. Realmente, los días que pasé con ellos han sido las únicas vacaciones que he tenido, o al menos así lo sentí. Alexo, Emilio y Carlos vinieron de Madrid y trajeron consigo el sol peninsular. Pasaron una noche en Bristol y al día siguiente nos fuimos a Londres. Michael se nos unió ya en la capital. Salimos de juerga, pusimos de moda el baile Krump en las discotecas, hicimos turismo, fuimos a museos, nos pusimos al día y comimos barato. Cuatro días frenéticos. Después Carlos se vino a pasar tres días más en Bristol y le enseñé la ciudad. Se marcó una invitación a un restaurante deluxe y cenamos inmejorablemente en su última noche en la Pérfida Albión. Lamentablemente se llevaron de vuelta el sol y volvió el mal tiempo.

-Tras de un par de semanas entre-aguas le llegó el turno a Metallica. El viaje relámpago a Dublín lo tenéis relatado en la anterior entrada por si alguno se despistó.

-El pasado fin de semana fue el Old Duke Jazz Festival, al que ya acudimos el año pasado cuando Óscar vino a visitarnos. El Old Duke es un famoso bar de jazz de Bristol que este año celebraba su treinta aniversario con el ya tradicional festival en la calle y gratuito. Folk británico, irlandés, jazz, rock&roll, swing y el viento y las nubes amenazadoras siempre presentes. Aun así lo pasamos bien.

Ahora ya os dejo, me preparo para ir al gimnasio a pegarle al saco un rato, que bien se lo merece, sino no haber sido saco. Por cierto, mientras escribía ha comenzado a llover… cómo no.

Estos días ando con algunas cosas interesantes entre manos, pero ya informaré a su debido tiempo. ¿A alguno le apetece contarme algo de su verano? Seguro que fue más soleado que el mío.

PAZ

sábado, 23 de agosto de 2008

THE ECSTASY OF GOLD

Metallica, al fin

Hay conciertos que inesperadamente y por circunstancias ajenas, adquieren la categoría de épicos. Conciertos de música en los que los astros se ponen de acuerdo para que esa noche sea irrepetible, para que la magia inunde el recinto y dejen huella en la memoria de los asistentes para siempre.

Por citar algunos, recuerdo el viaje que hicimos Óscar y yo para ir a la última actuación de James Brown en España, en Benidorm. También el concierto de Fermin Muguruza Kontrabanda en Madrid el día de la boda de los príncipes, a pesar de las prohibiciones y los impedimentos la voz de la rebeldía sonó, ¡y cómo! Uno de los shows más espectaculares de hip-hop a los que he asistido es el de los franceses Saïan Supa Crew en Madrid, o la primera vez que ví a Public Enemy en Bilbao. Recientemente el concierto de Rage Against The Machine en Getafe fue un impacto brutal, de aquellos que te dan una bofetada que te giran el cuello.

Así que, después de una espera de casi veinte años, le llegó el turno a Metallica, y aquí os va la crónica. Quizás el simple hecho de que llevase tanto tiempo queriendo verles y lo cerca que estuve de ello en Getafe ayude a que éste también haya sido un concierto épico digno de una historia bien contada:

El martes por la noche, después de ir al gimnasio, quedo con Michael y vamos a mi casa a cenar y vemos el documental “Some kind of monster” de Metallica. A las 5:40 suena el despertador y antes de las 6:00 ya estamos en la calle. A las 7:00 llegamos al aeropuerto, en la cola para embarcar a Dublín se ven un montón de pasajeros con camisetas de Metallica. A las 8:40 aterrizamos en la capital irlandesa, afortunadamente el sol brilla en el cielo a pesar de que las predicciones dicen que va a llover.

Damos una vuelta por Dublín y la primera Guinness cae en el Temple Bar mientras vemos las olimpiadas. Después vamos a echarnos una siesta y nos despertamos diez minutos antes de que Bolt pulverice el record de los 200 metros de Johnson. Grande el jamaicano. Al rato nos enteramos de la catástrofe de Barajas.

Comemos una pizza y nos tomamos un Red Bull para tener energías, de vuelta al hostal, nos damos una ducha, nos ponemos una camiseta negra, pillamos las entradas y nos vamos al autobús que nos llevará hasta el lugar del concierto.

Es curioso ir en un bus lleno exclusivamente de fans de Metallica, algunos muy jóvenes, otros cuarentones, otros de nuestra edad, algunos muy jevis, otros más normales. El trayecto hasta el Marlay Park tarda una hora y cuarto debido al tráfico que hay; una larga cola de coches que se dirigen al show. Y en las proximidades del concierto todos los pasajeros nos empezamos a poner nerviosos; ¿cuándo llegamos? ¿cuánto queda?

Finalmente llegamos y aún tenemos que andar diez minutos hasta entrar en el recinto, treinta mil personas llenan una enorme explanada rodeada de grandes y verdes árboles, el suelo está fangoso y por los altavoces nos recuerdan las salidas de emergencia y nos comunican que el concierto va a empezar ‘muy pronto’.

La misión ahora es acercarnos lo máximo posible hacia adelante del todo. Mi buen amigo Roberto me bautizó como Capitán Concierto por algo; saco el móvil y simulo una conversación con alguien que obviamente no existe pero que me está esperando más adelante. En perfecto inglés suelto: “qué pasa tronco? Sí, sí, estamos llegando. Levanta la mano a ver si te veo…” Pido disculpas a todos los que adelanto, que miran a ver si alguien levanta la mano, y no falla, constantemente hay gente levantando las manos, haciendo los cuernos o dando palmas, “ya te veo, tío, ya llegamos!”. Estamos a cuarenta metros del escenario y decido parar. Por las torres de sonido suena una selección de canciones de rock y cuando le llega el turno a AC/DC todo el mundo sabe qué es lo siguiente. Sesenta mil manos se alzan cuando suenan los compases de The ecstasy of gold, pieza compuesta por Ennio Morricone y que sirve de obertura para todos los conciertos de los de San Francisco desde los años ochenta.

Y entonces sale Lars, se situa en la batería y saluda efusivamente, las notas apocalípticas de Creeping Death sirven para que el público grite, se emocione y entonces sonrío, por que mi momento ha llegado al fin.

Durante el solo de guitarra de Kirk, Mike y yo avanzamos hasta una inesperada valla que a veinte metros del escenario separa el público en dos partes y deja a los de alante la mejor posición para ver el concierto.

Termina el primer tema y el bajo de Robert Trujillo suena funky, pero entonces Lars le da unos golpes definitivos y suena For whom the bells tolls. Saco el móvil y llamo a mi hermano para que escuche. Todavía estoy alucinando. El siguiente tema en sonar es Ride the lightning, y disfruto viendo a Kirk tocando uno de los solos más impresionantes del repertorio de Metallica, especialmente la frenética parte final.

Ya llevan casi veinte minutos y esto sólo ha sido la carta de presentación, la banda para, y James Hetfield saluda a Dublín, la gente ruge.

The Memory remains exige participación del público para cantar a modo de coro la original participación de Marianne Faithful, es sencillo; sólo hay que decir ‘da-ra-ra’ muchas veces.

Welcome Home (Sanitarium) es el primer momento tranquilo de la noche, y una de las dos canciones que interpretarán de mi disco favorito, algunos sacan mecheros, los pelos de los brazos se me erizan cuando James suelta aquello de ‘whisper things into my brain assuring me that I’m insane, (…) Just leave me alone’, porque la voz suena omnipresente, convence. Y la canción va tomando velocidad, hasta que Kirk se marca un solo de guitarra únicamente eclipsado por la fuerza y la perfección rítmica del doble bombo de Lars a la batería. Buff…

James nos recuerda que el doce de septiembre Metallica saca nuevo disco y nos pregunta si queremos escuchar uno de los temas. La gente pide a gritos que toquen algo nuevo, y nos sorprenden con Cyanide, una pieza con una línea de bajo contundente y con una estructura poco común, pero no por ello deja de gustarnos.

Tras ello, los cuatro se van del escenario, y suenan los primeros acordes de And justice for all, una pieza de casi diez minutos con una lírica claramente escéptica respecto al funcionamiento de este sistema. Me da la sensación de que la tocan más rápido que en el álbum, pero disfruto cada segundo. Los miembros de seguridad que están entre las vallas que separan al público nos dan constantemente vasos de agua para que nos refresquemos e hidratemos, esto si que no lo había visto nunca, y se agradece realmente. A pesar de ello muchos fans no aguantan el ritmo y hay que ayudarles a que pasen la valla y se los lleven. Pero Capitán Concierto y su colega sudafricano resisten como cabrones.

James está de guasa… ¿qué si nos gusta el Kill ‘em All? El primer disco de la banda fue mi favorito durante varios años. Para colmo se tocan The four horseman, una de mis canciones favoritas, que no esperaba para nada, pues no la habían tocado últimamente. En esta me acuerdo de Juan y Dani.

Cambio de guitarras, un poco de agua y suena uno de los himnos: Fade to black. La favorita de Mike. Mecheros arriba, manos de lado a lado, Kirk clava los solos, James disfruta cantando en uno de los lados del escenario. La carne de gallina otra vez. Alargan el final de un modo que me sorprende gratamente, casi me gusta más que la versión de estudio.

Y ya que estamos extasiados, vamos a por el clímax: Master of Puppets, hace que grite dejándome la garganta. Flipo con cada uno de los acordes, mi tema favorito, de mi disco favorito. La parte central y su melodía invade Dublín y entonces sube la tensión. James viene a cantar la última parte de la canción al lado donde nosotros nos encontramos, a pesar de que estamos bastante centrados. Todo un himno que denuncia magistralmente la drogodependencia.

Otro pequeño descanso para intercambiar sensaciones. Momento para el rock irlandés. Whiskey in the jar suena siempre que tocan en Dublín. Canción tradicional irlandesa que el grupo Thin Lizzy hizo famosa y que después Metallica dio un toque inigualable. Los irlandeses ya están felices.

Le llega el turno a la mejor de las baladas, Nothing else matters es, en esencia, James Hetfield. Y así lo demuestra con una interpretación que deja los sentimientos a flor de piel. En esta llamo a Paula: ‘So close no matter how far’. Depués suena Sad but True y la multitud rockea.

Se marchan de nuevo del escenario y suenan gritos y disparos de guerra, petardos, llamaradas, cohetes a ambos lados del escenario, vuelven los cuatro a escena para interpretar One, una de las canciones antibelicistas más importantes del rock. Inspirada en la película Johnny cogió su fusil, es una de las canciones más completas de la banda en todos los aspectos.

Después le llega el turno a Enter Sandman, y ya me vuelvo loco, salto, berreo y lo doy todo. La canción les queda perfecta, y hay más cohetes, petardos y llamaradas. Menudo espectáculo. Robert Trujillo, el bajista, lo disfruta y nos regala unos cuantos movimientos gorilísticos que nos dejan locos. Llevamos ya dos horas de show y se marchan. Pero a los cinco minutos vuelven.

James juega con el público, suelta un pequeño speech y todos sabemos que ha llegado el momento de las tres últimas canciones, yo apuesto por Motorbreath, So What y Seek & Destroy. Me equivoco con la primera: suena Last Caress, una de las versiones más conocidas de su repertorio, rápidamente la enlazan con So What, y en el estribillo todo el mundo grita bien fuerte.

La última es Seek & Destroy, como han venido haciendo durante toda la gira. Más pirotécnia, diversión y show. Vuelvo a llamar a mi hermano y mantengo la canción hasta que termina el primer estribillo. Trujillo hace el avión, y James canta desde la parte superior del escenario. Alargan la canción hasta casi diez minutos, como si no se quisieran ir.

Después salen a saludar, a regalar púas, baquetas y ha aplaudir al público. Pasan casi diez minutos más en el escenario bañándose entre merecidos aplausos y gritos. Finalmente se marchan, y le doy un abrazo a Michael.

Después volvemos al centro de la ciudad, a la zona del Temple Bar, y nos tomamos la primera cerveza de la noche casi a las dos, después de cenar un kebab. Vamos a un bar donde pinchan reggae y cruzamos miradas y saludos de complicidad entre los que vestimos camisetas de Metallica.

El resto os lo podéis imaginar, al día siguiente, cansados visitamos el centro de la ciudad, paseamos y llegamos hasta la fábrica de Guinness, sin darnos cuenta entramos sin pagar y las Guinness nos saben más ricas si cabe. Nos despedimos de la capital irlandesa con una gran sensación y un recuerdo inolvidable.

Aquí os dejo unos yutubes para los que tengáis algo de tiempo.

-Si escuchas este melodía es probable que se deba a que estás viendo la película de ‘El bueno, el malo y el feo’ o a que Metallica está a punto de empezar un concierto:

http://es.youtube.com/watch?v=JG62B_dHfDQ

-Perfecta conjunción entre metal y música clásica:

http://es.youtube.com/watch?v=xisIVhc64Ng

-Esta no podía faltar:

http://es.youtube.com/watch?v=v2qIiJTsxp0

-El nuevo single “The day that never comes”:

http://es.youtube.com/watch?v=4SXlMY3NjVk&feature=related

PAZ