domingo, 28 de septiembre de 2008

FINAL DE TRAYECTO

Cuando se cumplen los objetivos que te marcas al principio de una etapa hay que enfrentarse a la incertidumbre de qué será lo siguiente. A veces, decidirse puede llevar tiempo y ocurre que en ese momento de stand-by uno tiene la sensación de estar perdiendo el tiempo. En ese mismo plano, la absoluta libertad de hacer lo que quieras y el ir donde te apetezca puede acabar siendo un obstáculo en lugar de una ventaja. Por eso, hay que saber aprovechar dicha libertad para ejercerla y tomar el camino adecuado. Arriesgar un poco.

Y anteriormente a todo ello hay que ser capaz de reconocer cuándo una etapa ha terminado y es momento de pasar página. De ese modo podremos continuar camino.

Así pues, hoy a las 18:45 subiré a mi último autobús en dirección a Londres en calidad de visitante.  Sin billete de retorno a la ciudad de Bristol.

El siguiente año lo voy a pasar en Londres, junto con mi compañera de viaje. Estudiando un postgrado en la universidad e intentando luchar en este mundo. Tratar de hacerme un hueco en el universo, amoldarlo y hacerlo lo más confortable posible. 

Bristol queda en mi corazón para siempre. Contento y positivo por todo lo vivido y conseguido en esta etapa. Sabedor de las posibilidades que la ciudad podía brindarme y habiéndolas aprovechado en su justa medida. Pero el viaje continúa. Este sólo ha sido un trayecto más.

En la imagen, La Habana, Cuba. Porque hace precisamente un año estaba andando por ésas calles.

Os recuerdo la misma cita que en la primera entrada del blog: ‘Pero cuántas vueltas habrá dado el globo antes de nuestro reencuentro.’

Escuché la llamada de Londres y acudí. Ahora es momento de seguir avanzando.

Hasta más ver, Bristol.

Y así, también, me despido de todos vosotros, declarando oficialmente el final de este blog. Ya no habrá más entradas. Ha sido un placer escribir, mantener el contacto y recibir vuestras siempre sinceras impresiones.

PAZ

sábado, 6 de septiembre de 2008

ESTADO POLICIAL: CIUDAD DE LONDRES

El tedio invade la expresión de la mayoría de viajeros que esperan a subir al autobús. La intensa e incesante lluvia hace que la mayoría de autobuses salgan con retraso y la espera se hace aburrida. Así que el mínimo detalle que escapa de la monotonía es objeto de miradas y reacciones. Algunos creen que el autobús va a salir y empiezan a hacer cola, levantándose de sus asientos. Falsa alarma, los impacientes perdieron su silla. La demora continúa, cada minuto se hace eterno. En la estación de Victoria, Londres, cientos de personas de cientos de países distintos se mezclan, entre un olor no demasiado agradable, con una sensación de sofoco y de frío lluvioso al mismo tiempo.

Por los altavoces de la estación advierten de que no se puede fumar. Pero la misiva no es un simple recordatorio, las palabras ‘violación’, ‘criminal’ y ‘perseguido’ son utilizadas. También mencionan que la policía y el personal de seguridad controla constantemente la estación. Entonces una de las tantas palomas que pululan por la estación pasa a pocos metros de nuestras cabezas y sigo su vuelo hasta que la pierdo, pero mi mirada se cruza con la de una videocámara de circuito cerrado. Me mira, me controla, me graba, sospecha de mí.

Pasan los minutos, más de quince de retraso sumados a los veinte de anticipación con los que he llegado a la estación hace que le empiece a dar vueltas a la cabeza sobre el tema; la obsesión por la seguridad llevada hasta un punto tan extremo que recorta las libertades del ciudadano. No me apetece leer y reservo la poca batería que le queda a mi reproductor de música para el autobús. Así que observo y pienso. Recapitulo mis dos últimos días en la capital británica.

La cantidad de coches de policía en las calles, la presencia de miembros de seguridad en todos los lugares. La utilización de un lenguaje agresivo donde el no cumplir las normas acarrea problemas graves. Es la táctica de imponer miedo al ciudadano. Sea feliz comprando, cómase nuestros anuncios cada veinte centímetros mientras es arrastrado junto al resto de la masa por las escaleras mecánicas. No ejercite los músculos, tampoco el cerebro. No lo dicen, pero te obligan a ello, no hay otra salida. Escapar por la tangente conlleva toparse con los uniformados.

¿Es esta la era del control? Posiblemente. Promueven la sospecha, alentando al ciudadano a vigilar a sus conciudadanos. ‘Si escuchas o ves algo informa inmediatamente a la policía del suburbano londinense’ rezan los únicos carteles que no te animan a comprar. Me acuerdo del metro de Madrid, donde en las paredes de los vagones podías encontrarte con fragmentos de novelas o sugerentes poesías, animando de algún modo a los pasajeros a la lectura. Así que sentado dentro del vagón intento abstraerme. La melodía de ‘Orion’ comienza a llevarme de viaje por su constelación, cuando cinco miembros de policía irrumpen en el vagón y se disponen a detener y arrestar al tipo que se sienta a mi lado. Sin tiempo a reaccionar observo cómo se nos echan los policías encima y le ponen las esposas. Uno de los policías me ordena que me levante. El vagón está vacío, soy el único que no ha visto peligro en la persona que se sentaba a mi lado. Quizás porque mi mente aun no está tan corrompida ni he dejado que el miedo me invada. Quien se sienta a mi lado tiene pinta de pordiosero, yonki quizás. Probablemente no haya pagado el billete de metro y lo arrestan por ello. Pero apostaría lo que fuese por que no es un terrorista de Al-Qaeda. Después el metro sigue su curso. Y el miedo infundado desde arriba hace su papel. Estamos muy cerca de las sociedades que Orwell y Bradbury predijeron en sus novelas.

Ni tan siquiera algo tan humano como la discusión está permitida. O al menos no hay tiempo para dar lugar a ello. Salidos de la nada los policías vendrán a poner paz, con sus porras y pistolas en la cintura. Así ocurre mientras paseo por Camden Town y un joven es amedrentado por cuatro musulmanes dueños de una tienda. “¡Estabas robando!” “¡No estaba robando! ¿cómo te atreves a acusarme?” Discusión callejera que no va a pasar de eso. Pero quienes controlan ya han llegado. Limitando incluso las reacciones e instintos humanos. Continúe comprando, por favor. ¿Tiene hambre? Allí tiene un Mc Donalds.

El pasado junio George Bush vino de visita a Londres. A tratar temas conflictivos de la agenda internacional tales como Irán o el Eje del Mal. Y en Londres se prohibieron las manifestaciones. A pesar de ello la gente salió a la calle, pero no llegaron a tres mil. Si ni tan siquiera permiten la expresión pacífica de la multitud en las calles, ¿qué será lo siguiente? ¿Qué nos queda entonces? Continúe comprando. ¿Tiene hambre? Allí tiene un Burger King.

Recortar libertades, utilización de un lenguaje que intimida y mete miedo y una vigilancia constante por medio de personas y cámaras. Manipular al ciudadano para convertirlo en una herramienta del sistema de control, manteniéndole ocupado y parcialmente feliz mientras consume. Miedo y presión: “algo va a ocurrir, y debemos actuar así”. Ésas son las estratagemas que ayudan a mantener las piezas del puzzle en su lugar.

En la pequeña pantalla de información de nuestra dársena confirman la salida en menos de diez minutos. Los altavoces, sin embargo, nos advierten de que hay gente pidiendo dinero en la estación y que les ignoremos prestando mucha atención a nuestras pertenencias. A nuestras posesiones materiales. Cuidemos de nuestros Dioses; materia y dinero. Nuestros Reyes y Reinas; Rey Juan Carlos I, Reina Isabel II; Reyes Dinero. Al minuto, una pareja de buscavidas se acercan y preguntan si tenemos un billete de metro que nos sobre, o en su defecto una moneda. Pocos son los que dan. A pesar de encontrarse un no como respuesta, siempre sonríen, piden perdón por las molestias y desean buen viaje.

Subo al autobús e intento quedarme dormido cuanto antes posible, para dejar de agobiarme un rato, pero tengo frío y levanto la mano para cerrar el aire acondicionado sobre mi cabeza. Hay una pequeña cámara de vigilancia situada justo sobre mi. En total hay cuatro en el autobús, para controlar a los pasajeros. ¿Vendrá la policía del pensamiento a detenerme por mis sueños de libertad?

PAZ

miércoles, 27 de agosto de 2008

¿VERANO? ¿QUÉ VERANO?

A las puertas de septiembre nos hallamos y aquí estoy, en Bristol. El cielo cubierto de nubes, amenazando lluvia, temperatura más bien baja, la tónica del verano. La última vez que recuerdo cinco días consecutivos sin llover y saliendo el sol es en mayo. Así, han pasado dos meses en los que no ha ocurrido mucho. En junio nos examinamos del First Certificate y lo aprobamos. Paula se marchó A Coruña a sacarse el carné de conducir y ahí sigue, aunque volverá pronto. Yo he estado buscando trabajo de periodista en Inglaterra y debo decir que es más difícil de lo que pensé. Entretanto he leído algunos libros, he visto algunas películas, algunas las he vuelto a ver, he escuchado música y he pensado en mis cosas, quizás demasiado, quizás inútilmente. Y no he escrito demasiado, como os habréis percatado.

Momentos a destacar de este inexistente verano en cuanto a climatología se refiere:

-El Carnaval del barrio de St. Pauls. Inspirado en el de Notting Hill de Londres, la comunidad afro-caribeña de Bristol organizó un carnaval hace ya más de cuarenta años. Y hay desfiles de disfraces, carrozas y camiones, batucadas, bailes, música en directo, puestos de comida, ropa y todo tipo de accesorios. Todo el mundo andaba celebrando en la calle, bailando, comiendo y bebiendo, y la lluvia lo fastidió todo. Durante horas diluvió y tuvimos que irnos a casa hasta que escampó. Por la noche volvimos a la carga y fuimos al concierto gratuito de Macka B, un auténtico rastaman anglo-jamaicano del que he sido fan desde hace ya tiempo. Afortunadamente la lluvia no volvió y después del concierto comimos un arroz con pollo y frijoles, el alimento original. La noche acabó entre bailes en las sound systems callejeras; dancehall, drum ‘n bass y sobre todo mucho Bristol Dub.

-Concierto de Stephen ‘Raggamuffin’ Marley. Siendo la fecha de Bristol la única oportunidad para ver a uno de los tantos hijos de Bob en Inglaterra (ni tan siquiera tocó en Londres), Michael y yo no perdimos la oportunidad. Presentó su único y primer disco ‘Mind control’ y fue una fiesta y un gran concierto donde sonaron un montón de canciones de Bob, como era de esperar.

-En menos de siete días llegaron los colegas de Madrid y fue una locura. Realmente, los días que pasé con ellos han sido las únicas vacaciones que he tenido, o al menos así lo sentí. Alexo, Emilio y Carlos vinieron de Madrid y trajeron consigo el sol peninsular. Pasaron una noche en Bristol y al día siguiente nos fuimos a Londres. Michael se nos unió ya en la capital. Salimos de juerga, pusimos de moda el baile Krump en las discotecas, hicimos turismo, fuimos a museos, nos pusimos al día y comimos barato. Cuatro días frenéticos. Después Carlos se vino a pasar tres días más en Bristol y le enseñé la ciudad. Se marcó una invitación a un restaurante deluxe y cenamos inmejorablemente en su última noche en la Pérfida Albión. Lamentablemente se llevaron de vuelta el sol y volvió el mal tiempo.

-Tras de un par de semanas entre-aguas le llegó el turno a Metallica. El viaje relámpago a Dublín lo tenéis relatado en la anterior entrada por si alguno se despistó.

-El pasado fin de semana fue el Old Duke Jazz Festival, al que ya acudimos el año pasado cuando Óscar vino a visitarnos. El Old Duke es un famoso bar de jazz de Bristol que este año celebraba su treinta aniversario con el ya tradicional festival en la calle y gratuito. Folk británico, irlandés, jazz, rock&roll, swing y el viento y las nubes amenazadoras siempre presentes. Aun así lo pasamos bien.

Ahora ya os dejo, me preparo para ir al gimnasio a pegarle al saco un rato, que bien se lo merece, sino no haber sido saco. Por cierto, mientras escribía ha comenzado a llover… cómo no.

Estos días ando con algunas cosas interesantes entre manos, pero ya informaré a su debido tiempo. ¿A alguno le apetece contarme algo de su verano? Seguro que fue más soleado que el mío.

PAZ

sábado, 23 de agosto de 2008

THE ECSTASY OF GOLD

Metallica, al fin

Hay conciertos que inesperadamente y por circunstancias ajenas, adquieren la categoría de épicos. Conciertos de música en los que los astros se ponen de acuerdo para que esa noche sea irrepetible, para que la magia inunde el recinto y dejen huella en la memoria de los asistentes para siempre.

Por citar algunos, recuerdo el viaje que hicimos Óscar y yo para ir a la última actuación de James Brown en España, en Benidorm. También el concierto de Fermin Muguruza Kontrabanda en Madrid el día de la boda de los príncipes, a pesar de las prohibiciones y los impedimentos la voz de la rebeldía sonó, ¡y cómo! Uno de los shows más espectaculares de hip-hop a los que he asistido es el de los franceses Saïan Supa Crew en Madrid, o la primera vez que ví a Public Enemy en Bilbao. Recientemente el concierto de Rage Against The Machine en Getafe fue un impacto brutal, de aquellos que te dan una bofetada que te giran el cuello.

Así que, después de una espera de casi veinte años, le llegó el turno a Metallica, y aquí os va la crónica. Quizás el simple hecho de que llevase tanto tiempo queriendo verles y lo cerca que estuve de ello en Getafe ayude a que éste también haya sido un concierto épico digno de una historia bien contada:

El martes por la noche, después de ir al gimnasio, quedo con Michael y vamos a mi casa a cenar y vemos el documental “Some kind of monster” de Metallica. A las 5:40 suena el despertador y antes de las 6:00 ya estamos en la calle. A las 7:00 llegamos al aeropuerto, en la cola para embarcar a Dublín se ven un montón de pasajeros con camisetas de Metallica. A las 8:40 aterrizamos en la capital irlandesa, afortunadamente el sol brilla en el cielo a pesar de que las predicciones dicen que va a llover.

Damos una vuelta por Dublín y la primera Guinness cae en el Temple Bar mientras vemos las olimpiadas. Después vamos a echarnos una siesta y nos despertamos diez minutos antes de que Bolt pulverice el record de los 200 metros de Johnson. Grande el jamaicano. Al rato nos enteramos de la catástrofe de Barajas.

Comemos una pizza y nos tomamos un Red Bull para tener energías, de vuelta al hostal, nos damos una ducha, nos ponemos una camiseta negra, pillamos las entradas y nos vamos al autobús que nos llevará hasta el lugar del concierto.

Es curioso ir en un bus lleno exclusivamente de fans de Metallica, algunos muy jóvenes, otros cuarentones, otros de nuestra edad, algunos muy jevis, otros más normales. El trayecto hasta el Marlay Park tarda una hora y cuarto debido al tráfico que hay; una larga cola de coches que se dirigen al show. Y en las proximidades del concierto todos los pasajeros nos empezamos a poner nerviosos; ¿cuándo llegamos? ¿cuánto queda?

Finalmente llegamos y aún tenemos que andar diez minutos hasta entrar en el recinto, treinta mil personas llenan una enorme explanada rodeada de grandes y verdes árboles, el suelo está fangoso y por los altavoces nos recuerdan las salidas de emergencia y nos comunican que el concierto va a empezar ‘muy pronto’.

La misión ahora es acercarnos lo máximo posible hacia adelante del todo. Mi buen amigo Roberto me bautizó como Capitán Concierto por algo; saco el móvil y simulo una conversación con alguien que obviamente no existe pero que me está esperando más adelante. En perfecto inglés suelto: “qué pasa tronco? Sí, sí, estamos llegando. Levanta la mano a ver si te veo…” Pido disculpas a todos los que adelanto, que miran a ver si alguien levanta la mano, y no falla, constantemente hay gente levantando las manos, haciendo los cuernos o dando palmas, “ya te veo, tío, ya llegamos!”. Estamos a cuarenta metros del escenario y decido parar. Por las torres de sonido suena una selección de canciones de rock y cuando le llega el turno a AC/DC todo el mundo sabe qué es lo siguiente. Sesenta mil manos se alzan cuando suenan los compases de The ecstasy of gold, pieza compuesta por Ennio Morricone y que sirve de obertura para todos los conciertos de los de San Francisco desde los años ochenta.

Y entonces sale Lars, se situa en la batería y saluda efusivamente, las notas apocalípticas de Creeping Death sirven para que el público grite, se emocione y entonces sonrío, por que mi momento ha llegado al fin.

Durante el solo de guitarra de Kirk, Mike y yo avanzamos hasta una inesperada valla que a veinte metros del escenario separa el público en dos partes y deja a los de alante la mejor posición para ver el concierto.

Termina el primer tema y el bajo de Robert Trujillo suena funky, pero entonces Lars le da unos golpes definitivos y suena For whom the bells tolls. Saco el móvil y llamo a mi hermano para que escuche. Todavía estoy alucinando. El siguiente tema en sonar es Ride the lightning, y disfruto viendo a Kirk tocando uno de los solos más impresionantes del repertorio de Metallica, especialmente la frenética parte final.

Ya llevan casi veinte minutos y esto sólo ha sido la carta de presentación, la banda para, y James Hetfield saluda a Dublín, la gente ruge.

The Memory remains exige participación del público para cantar a modo de coro la original participación de Marianne Faithful, es sencillo; sólo hay que decir ‘da-ra-ra’ muchas veces.

Welcome Home (Sanitarium) es el primer momento tranquilo de la noche, y una de las dos canciones que interpretarán de mi disco favorito, algunos sacan mecheros, los pelos de los brazos se me erizan cuando James suelta aquello de ‘whisper things into my brain assuring me that I’m insane, (…) Just leave me alone’, porque la voz suena omnipresente, convence. Y la canción va tomando velocidad, hasta que Kirk se marca un solo de guitarra únicamente eclipsado por la fuerza y la perfección rítmica del doble bombo de Lars a la batería. Buff…

James nos recuerda que el doce de septiembre Metallica saca nuevo disco y nos pregunta si queremos escuchar uno de los temas. La gente pide a gritos que toquen algo nuevo, y nos sorprenden con Cyanide, una pieza con una línea de bajo contundente y con una estructura poco común, pero no por ello deja de gustarnos.

Tras ello, los cuatro se van del escenario, y suenan los primeros acordes de And justice for all, una pieza de casi diez minutos con una lírica claramente escéptica respecto al funcionamiento de este sistema. Me da la sensación de que la tocan más rápido que en el álbum, pero disfruto cada segundo. Los miembros de seguridad que están entre las vallas que separan al público nos dan constantemente vasos de agua para que nos refresquemos e hidratemos, esto si que no lo había visto nunca, y se agradece realmente. A pesar de ello muchos fans no aguantan el ritmo y hay que ayudarles a que pasen la valla y se los lleven. Pero Capitán Concierto y su colega sudafricano resisten como cabrones.

James está de guasa… ¿qué si nos gusta el Kill ‘em All? El primer disco de la banda fue mi favorito durante varios años. Para colmo se tocan The four horseman, una de mis canciones favoritas, que no esperaba para nada, pues no la habían tocado últimamente. En esta me acuerdo de Juan y Dani.

Cambio de guitarras, un poco de agua y suena uno de los himnos: Fade to black. La favorita de Mike. Mecheros arriba, manos de lado a lado, Kirk clava los solos, James disfruta cantando en uno de los lados del escenario. La carne de gallina otra vez. Alargan el final de un modo que me sorprende gratamente, casi me gusta más que la versión de estudio.

Y ya que estamos extasiados, vamos a por el clímax: Master of Puppets, hace que grite dejándome la garganta. Flipo con cada uno de los acordes, mi tema favorito, de mi disco favorito. La parte central y su melodía invade Dublín y entonces sube la tensión. James viene a cantar la última parte de la canción al lado donde nosotros nos encontramos, a pesar de que estamos bastante centrados. Todo un himno que denuncia magistralmente la drogodependencia.

Otro pequeño descanso para intercambiar sensaciones. Momento para el rock irlandés. Whiskey in the jar suena siempre que tocan en Dublín. Canción tradicional irlandesa que el grupo Thin Lizzy hizo famosa y que después Metallica dio un toque inigualable. Los irlandeses ya están felices.

Le llega el turno a la mejor de las baladas, Nothing else matters es, en esencia, James Hetfield. Y así lo demuestra con una interpretación que deja los sentimientos a flor de piel. En esta llamo a Paula: ‘So close no matter how far’. Depués suena Sad but True y la multitud rockea.

Se marchan de nuevo del escenario y suenan gritos y disparos de guerra, petardos, llamaradas, cohetes a ambos lados del escenario, vuelven los cuatro a escena para interpretar One, una de las canciones antibelicistas más importantes del rock. Inspirada en la película Johnny cogió su fusil, es una de las canciones más completas de la banda en todos los aspectos.

Después le llega el turno a Enter Sandman, y ya me vuelvo loco, salto, berreo y lo doy todo. La canción les queda perfecta, y hay más cohetes, petardos y llamaradas. Menudo espectáculo. Robert Trujillo, el bajista, lo disfruta y nos regala unos cuantos movimientos gorilísticos que nos dejan locos. Llevamos ya dos horas de show y se marchan. Pero a los cinco minutos vuelven.

James juega con el público, suelta un pequeño speech y todos sabemos que ha llegado el momento de las tres últimas canciones, yo apuesto por Motorbreath, So What y Seek & Destroy. Me equivoco con la primera: suena Last Caress, una de las versiones más conocidas de su repertorio, rápidamente la enlazan con So What, y en el estribillo todo el mundo grita bien fuerte.

La última es Seek & Destroy, como han venido haciendo durante toda la gira. Más pirotécnia, diversión y show. Vuelvo a llamar a mi hermano y mantengo la canción hasta que termina el primer estribillo. Trujillo hace el avión, y James canta desde la parte superior del escenario. Alargan la canción hasta casi diez minutos, como si no se quisieran ir.

Después salen a saludar, a regalar púas, baquetas y ha aplaudir al público. Pasan casi diez minutos más en el escenario bañándose entre merecidos aplausos y gritos. Finalmente se marchan, y le doy un abrazo a Michael.

Después volvemos al centro de la ciudad, a la zona del Temple Bar, y nos tomamos la primera cerveza de la noche casi a las dos, después de cenar un kebab. Vamos a un bar donde pinchan reggae y cruzamos miradas y saludos de complicidad entre los que vestimos camisetas de Metallica.

El resto os lo podéis imaginar, al día siguiente, cansados visitamos el centro de la ciudad, paseamos y llegamos hasta la fábrica de Guinness, sin darnos cuenta entramos sin pagar y las Guinness nos saben más ricas si cabe. Nos despedimos de la capital irlandesa con una gran sensación y un recuerdo inolvidable.

Aquí os dejo unos yutubes para los que tengáis algo de tiempo.

-Si escuchas este melodía es probable que se deba a que estás viendo la película de ‘El bueno, el malo y el feo’ o a que Metallica está a punto de empezar un concierto:

http://es.youtube.com/watch?v=JG62B_dHfDQ

-Perfecta conjunción entre metal y música clásica:

http://es.youtube.com/watch?v=xisIVhc64Ng

-Esta no podía faltar:

http://es.youtube.com/watch?v=v2qIiJTsxp0

-El nuevo single “The day that never comes”:

http://es.youtube.com/watch?v=4SXlMY3NjVk&feature=related

PAZ

jueves, 5 de junio de 2008

PEQUEÑO FORMATO

Seguidamente reproduzco los tres relatos cortos que escribí para el concurso del blog Pequeño Formato donde había que inspirarse basándose en el siguiente titular: 'Un hombre viaja muerto siete horas en un vagón de metro'.

1. Jean Charles de Menezes

Juan Carlos despertó aquella mañana soleada con ganas de hacer algo distinto. ‘En pleno verano y tengo que ir a currar’, pensó mientras suspiraba con desgana. Un día como hoy le hubiera gustado estar en alguna playa de su Brasil querido. Su tierra, allí donde estaba su familia, sus raíces. Por eso decidió poner el cd recopilatorio de la mejor samba mientras se vestía. Antes de salir de su cuarto miró el póster de Ronaldinho e hizo el mismo gesto con la mano que popuralizó el astro carioca.

Se puso los cascos y se dirigió, ligero en sus pasos, al metro, como cada día. Disfrutando del sol y de ese pensamiento temprano. Ese pensamiento que le había traído a la memoria las playas con los colegas, las chicas, el agua del mar. Llegó a la estación de Stockwell y a pesar de que no solía hacerlo, esa mañana cogió un ejemplar de la prensa gratuita. Esa mañana, la del 22 de julio de 2005, traía una noticia importante y quería leer acerca de ello.

Tras recargar cinco libras en su tarjeta Oyster, a las ocho y dieciséis minutos de la mañana pasó los tornos y se dirigió al andén que le correspondía. Un minuto y medio después llegaba el metro. Juan Carlos subió, se sentó y abrió el periódico buscando la noticia que le interesaba.

Sin tiempo alguno para reaccionar, dos tipos le levantaron violentamente, le tiraron al suelo y le inmovilizaron. Aterrorizado, su oídos escucharon justo el sonido del disparo.

A las tres de la tarde y veinte minutos, habiendo recibido la orden del juez, levantaron y retiraron el cadáver de Juan Carlos Menezes. Recibió siete disparos en la cabeza. Le asesinó la policía.



2. Viendo a través de los ojos del muerto

Desde el vagón en el que viajo, a través de la ventana, veo pasar la oscuridad velozmente. En las estaciones se hace la luz y la gente sube y baja constantemente. Una joven pareja discute, y al cabo de unos minutos se acaban reconciliando con un sincero abrazo. Un anciano algo desaliñado lee un libro con absoluta atención, un empresario cercano a los cuarenta selecciona música en su reproductor mp3, unas adolescentes se enseñan mensajes en sus teléfonos móviles y no paran de reír visiblemente emocionadas.

La ventana es un cristal grueso y sucio que dota de opacidad a las figuras que se mueven ansiosas en los andenes de cada estación. Una voz suena lejana, omnipresente. Anuncia las siguientes paradas de la ruta que seguimos.

Una chica, joven, atractiva y bien vestida se me queda mirando. Su mirada transmite extrañeza. Cuando me quiero dar cuenta ya no está allí. Ahora son otros los que me miran, todos paralizados. Y algunos comienzan a murmurar, otros rompen a llorar. De pronto todos los pasajeros de aquel vagón miran hacia mi. Se escuchan preguntas, se oyen intuiciones.

Entonces te veo a ti, y me gritas con el rostro desencajado. Me golpeas el pecho fuertemente. Yo te digo que te tranquilices, que estoy bien. Pero entonces lo entiendo y sonrío. Porque pienso que esto es imposible.

Muerto. ¿Puedes entender qué es estar muerto?



3. El criado del rico empresario

Ahí estaba él la primera y única vez que le vi. Sentado en una silla, pensativo, agarrando la jarra de cerveza con una mano y apoyando su cabeza con desgana en la otra. Vestía con zapatos negros algo gastados, vaqueros azules, una camisa gris y americana azul. Aparentaba unos sesenta. Su cara era amigable, algo rechoncha, quizás por las facciones redondas más que por estar gordo. Su gesto reflejaba desdén, y la imagen entera de su figura proyectaba la más profunda soledad. La mirada era la de un hombre sabio. Pero la sabiduría era de aquellas que se acumula con el aprendizaje de la experiencia, esa sabiduría que no está en los libros. Allí estaba él, en aquella taberna oscura, sin apenas clientes, sin música que sonase, sin televisión que ver. Agarrando su cerveza.

Me acerqué a él movido por la curiosidad y le pregunté si le importaba que me sentase con él. Me dijo que no. Me presenté y él también lo hizo. Bernardo dijo que se llamaba, vasco dijo que era. Hablamos un rato, sobre asuntos que no sabría calificar. Porque nuestra conversación era sin sentido, desordenada. Hablamos de aquellos temas que hablas con personas que sabes que sólo te vas a encontrar una vez en la vida. Personas con las que a veces, y no fue esta la ocasión, tenemos las conversaciones más trascendentales e interesantes de nuestras vidas. Pedimos dos cervezas más y entonces, sin sentido, como todo lo que estábamos diciendo, me contó un cuento. Una historia que hoy, después de muchos años, y también sin motivo aparente, os voy a contar a vosotros. “Un hombre viaja muerto siete horas en un vagón de tren” dijo que se titulaba.

“Estaba él en el mercado comprando verduras, seleccionando las mejores hortalizas. Y de pronto, desviando su atención de unas zanahorias extraordinariamente gruesas, la vio. Vio a la muerte y ésta le hizo un gesto.

Entonces él se asustó y se marchó corriendo, olvidando las zanahorias, los puerros, las acelgas y los ajos. Olvidando también que debía comprar cordero, gallina y pescado fresco –fíjate en que los ojos todavía brillen-, le decía su dueño –es la forma de saber si el pescado que compras es del día.

Llegó a casa de su dueño y le pidió dinero para marcharse lejos y de inmediato. Habiéndole preguntado por qué, él contestó a su dueño que la muerte le había hecho un gesto de amenaza en el mercado y que quería marcharse. Quería coger el primer tren a Barcelona para llegar antes del anochecer, esconderse, y así burlar a la muerte. Por que si conseguía esquivar a la muerte entonces estaría salvado para siempre y moriría tranquilo, de viejo.

Se acercó a Atocha y compró un billete para el primer tren en dirección a la capital catalana. Lo examinó: salida a las once de la mañana, llegada a las seis de la tarde. ‘Bien, no podrá seguirme’, pensó.

En ese preciso instante, el dueño llegaba al mercado para hacer la compra que su criado olvidó atemorizado. Mirando los ojos brillantes de un mero y pensando para sí que aquél ejemplar estaría bien rico al horno y con unos ajos salteados con algo de vinagre y pimentón, sintió que ella estaba detrás.

Se giró sin miedo y le preguntó a la muerte por qué le había hecho un gesto de amenaza a su criado aquella mañana.

-¿De amenaza? -contestó la muerte- No, el gesto era de sorpresa. Me sorprendí al verle aquí todavía cuando esta noche debo llevármelo en Barcelona.”

Después, Bernardo terminó su cerveza de un trago y se marchó sin decir adiós. Y allí me quedé yo, sentado, agarrando mi jarra con una mano y apoyando mi cabeza con desgana en la otra. Dejando que se marchara, sabedor de que jamás le volvería a ver.

PAZ

martes, 27 de mayo de 2008

DE LA SOUL

¿Bob Dylan o De La Soul? Tuve que decidir entre ir a un concierto de uno u otros hace un par de años, pues coincidían el mismo día en Madrid. Supongo que los promotores de conciertos no se imaginan que haya demasiada gente capaz de admirar tanto a Dylan como a De La Soul, y por su culpa los melómanos tenemos que pasar un mal rato devanándonos los sesos. Pero como en cualquier decisión, a un lado los puntos positivos y en el otro los negativos, y pensando que en un futuro próximo tendría más oportunidades de ver al combo rapero, me decidí por Dylan. Recuerdo el concierto con bastante cariño y creo que elegí correctamente. Así que cuando vi por las calles de Bristol los carteles anunciando el concierto de De La Soul me acordé de Bob Dylan. Y pensé que, ahora sí, había llegado el momento de ver a uno de mis grupos de rap favoritos.

Al igual que Public Enemy, De La Soul también están de celebración; otros que llevan veinte años a sus espaldas. Cargando con la responsabilidad de representar el hip-hop, de hacerlo grande, digno y original. Su primer disco es una obra maestra, aunque suene raro, existe el rap hippie y ese disco es la prueba. El segundo trabajo del trío es mejor que el primero, lleno de sarcasmo y positivismo. El tercer y cuarto trabajo siguen en la misma línea, siempre con el soul, el jazz, el funk y el reggae como colchón sonoro. Los últimos tres trabajos son discos en los que podemos encontrar hits bailables y que siempre te sacan una sonrisa y buenas vibraciones.

De modo que durante estos veinte años, el trío de Nueva York ha conseguido ganarse un puesto en el top ten del hip-hop internacional y también un puesto importante entre la audiencia que no es exclusivamente rapera. Por sus formas desenfadadas, por su festividad lírica y musical, por su realismo y su conciencia humana. Han mantenido actitud y personalidad siempre, a pesar de que hayan sido acusados de Tíos Tom o de hacer un rap blando, se han mantenido firmes y el público ha sabido reconocerlo y se lo ha agradecido.

De nuevo en la Carling Academy, anoche, pudimos disfrutar de otro gran concierto de rap. Tras una banda de Cardiff en una onda similar a Ben Harper, y un rapper colega de la banda de neoyorquina, comenzó el esperado concierto.

La sala estaba llena de gente; algunos asistentes rozando los cuarenta, quienes posiblemente crecieron con la explosión del rap, muchos aficionados al hip-hop, pero también rockeros o gente sin etiquetas, con ganas de ver un buen show y pasarlo bien. Posdnous, Dave y Maceo salieron a escena uno tras otro, primero el dj, y luego los dos mc’s soltando parrafadas funkies. Me gustó bastante el trabajo que hizo el técnico de luces, supo jugar con los colores, la ausencia de luz y los flashes de un modo especialmente acertado, lo cual a veces puede ser determinante para crear la atmósfera adecuada en cada canción y hacer que el público se concentre más en el show.

El primer hit en caer fue ‘Stakes is high’, al que siguieron canciones como ‘Eye Know’ y ‘Ooooh!’. Ya tenían al público en el bolsillo, y jugaron con él. Cada uno de los mc’s se quedó con una mitad de la sala e hicieron el clásico juego de ‘a ver quién hace más ruido.’ Sonaron ‘Breakdown’ y ‘Say no go’ y entonces llegó la fiesta: ‘Me, myself and I’ con su sampleo de Funkadelic hizo botar hasta a los de seguridad, y después ‘Roller skating jam’ nos trajo la alegría de los sábados; el día de juerga para los trabajadores. Sonaron unos cuantos temas más, y hubo un particular homenaje a James Brown con rapeos sobre un bucle de 'Get Down', una de las canciones más conocidas del padrino del soul.

Después hicieron que se marchaban pero volvieron a los cinco minutos y tras interpretar un tema del próximo disco (aun en proceso de grabación), se despidieron con ‘The magic number’ y con ‘Ring ring ring’. La locura se hizo general, todo el mundo bailaba poseído por el funky y cantaba y coreaba el estribillo. Y se fueron dejando a todo el mundo feliz.

Pero no se acabó allí la cosa, a la salida del local, donde normalmente ponen el merchandising del grupo protagonista de la noche, estaban los dos mc’s firmando pósters y entradas. Y claro, yo no iba a perderme aquello y me acerqué a que me firmasen la entrada y a cruzar unas palabras con cada uno de ellos; a darles la enhorabuena por el show y por los veinte años de buen rap.

PAZ

jueves, 22 de mayo de 2008

POWER TO THE PEOPLE AND THE BEATS

El diecinueve de abril de 1988 salió a la venta el que está considerado como el quinto mejor disco de la historia de la música del siglo XX: ‘It takes a nation of millions to hold us back’ del grupo de rap Public Enemy. Por delante de ellos sólo la Velvet Underground, Bob Dylan, Marvin Gaye y The Clash, e inmediatamente después Bob Marley. Clasificaciones muy subjetivas y que cada cual podría variar puesto arriba puesto abajo según sus gustos, pero que, muy difícilmente, podría eliminar de la lista a cualquiera de dichos artistas.

El que fue el segundo disco de Public Enemy se convirtió en una revolución sonora potentísima y provocó una repercusión tan grande que, sin ella, no podríamos entender la evolución de la música durante los veinte años que han transcurrido desde que salió a la luz. Pero no sólo conmocionó al mundo a nivel musical, y eso es lo que lo hace tan importante; también supuso una renovación intelectual para la comunidad negra; inventaron una nueva forma de alzar la voz y reflejar su descontento. También dejaron claro que se podía criticar al gobierno y a la sociedad norteamericana, dar nombres y citar instituciones, acusar a los culpables. Aquello era la actitud punk mezclada con la estética paramilitar de los Black Panthers. En la foto de la contraportada del disco los miembros de la banda están en una celda mirando desafiantes al objetivo, en el suelo y bajo sus botas, la bandera norteamericana: reclamo de poder negro, supremacía racial.

Hay que decir sin miedo alguno que sin este disco no existirían bandas como Rage Against The Machine o más fácil; no existiría lo que conocemos como rap-metal. La trayectoria del hip-hop no hubiera sido la misma, no habría un grupo de rap denunciando la injusticia en cada rincón del planeta donde se violan los derechos humanos. Tampoco existiría el sampler como un instrumento más. Sencillamente, no consideraríamos la música como un vehículo de expresión donde la sedición equivale al uso de la palabra en forma de rima. Consiguieron hacer realidad lo que el punk intentó y además dieron alas a otros estilos musicales demostrando de lo que eran capaces a través de la música.

Otra de las virtudes del disco es el momento en el que salió. Raramente el público valora la capacidad de un artista de sacar un disco en el momento adecuado, o la importancia que tiene al impactar en un contexto sociocultural determinado. Es sabido que Public Enemy aceleraron el proceso de producción del disco intencionadamente para conseguir que saliera en aquel preciso momento; pues eran conscientes de que el mismo disco seis meses más tarde no tendría un impacto tan espectacular. Porque la competencia entre bandas de rap estaba en un momento de creación tan marcado por el dinamismo como por la calidad. Y por que era el momento de decir aquello, pues en un mundo en cambio constante lo dicho hace unas horas rápidamente carece de valor.

Las letras son un fiel reflejo del estado de las cosas de aquel momento. ‘Bring the noise’ es un comienzo rompedor, dejan claro que en esto de hacer ruido Public Enemy son los mejores, pero también mentando a Louis Farrakhan y recordando que su tiempo ha llegado. También habla de la música como un medio de comunicación donde el heavy o el pop se encuentran con el rap. ‘Black steel in the hour of chaos’ es una de las líricas antimilitares y antibelicistas que más han molestado a los altos cargos del ejército americano. Insumisión al ejército y a la nación alegando creencias políticas, como hizo Muhammad Alí. ‘Don´t believe the hype’ no es más que una forma de acusar a los medios de comunicación de manipuladores y de no mostrar la verdad. Les acusa de hacer de la información un negocio donde prima vender antes que informar, donde la mentira y la imposición del miedo en la sociedad son el instrumento para mantener a las masas controladas. En ‘Louder than a bomb’ nombra varias veces a la CIA y al FBI; Chuck es un activista afroamericano, se siente vigilado y lo dice sin tapujos. En ‘Night of the living baseheads’ critican el alcoholismo y la drogadicción entre la comunidad negra en lo que es un claro ejercicio de autocrítica y de análisis acerca de los problemas de casa. El último hit a destacar es ‘Rebel without a pause’. Haciendo un juego de palabras con la película protagonizada por James Dean, Chuck D se reafirma a sí mismo como un rebelde sin pausa y firma una de las mejores letras del hip-hop de todos los tiempos. En el plano lírico, se trata de un disco redondo, sin caer en el panfletismo, dejando que las ideas salgan, mezclándolas con chulería y estilo. Expresión libre sin más pretensión que la de hacer rap positivo.

A nivel musical consiguieron representar lo mismo que en las letras. La composición de ritmos y sampleos es tan rica y tan potente que supuso un punto de inflexión en la forma de producir. The Bomb Squad es el combo liderado por los hermanos Keith y Hank Shocklee responsable del sonido del disco. Los ingredientes fueron bases de ritmos acelerados e infinidad de sampleos en todas las canciones, alejándose del patrón que dictaba el hip-hop de por entonces: un solo sampleo repetido constantemente en un bucle algo cansino. Así que para crear esa bomba sonora recuperaron a Marva Whitney, James Brown, Grand Wizard Theodore, The Soul Children, Rufus Thomas, Funkadelic, Run DMC, Beastie Boys, The JB’s, Queen, Kurtis Blow, Isaac Hayes, Bob James, Kool & The Gang, ESG, David Bowie, Laffayette Afro-Rock Band, The Temptations, Stevie Wonder, Sly & The Family Stone, Earth Wind & Fire, Parliament y Bob Marley, entre otros. Todo ello, con un sentido del ritmo y la armonía matemático, con la intención de crear un nuevo sonido que representase la disidencia en la música, pero además, dentro del hip-hop, que es ya de por sí una subcultura disidente, de modo que consiguieron un efecto doblemente subversivo. Para algunos suena feo (aunque no pretendía ser bonito), pero crearon algo que sólo unos genios iluminados podrían haber creado. Era revolucionario, explosivo, rebelde.

También metieron voces de discursos de gente como Malcolm X, Khalid Abdul Muhammad o el mismísimo Johnny Cash hablando desde la cárcel de St. Quintin. Una de las canciones, ‘Louder than a bomb’, se titula casi igual que una del grupo de pop The Smiths, y en otro de los cortes le dan una vuelta de tuerca al ‘Fight for your right to party’ de los Beastie Boys montando una ‘Party for your right to fight’. De modo que toda esa mezcla que en un principio podríamos considerar como un popurrí imposible de sincronizar, se convierte en el sonido más espectacular y sorprendente jamás antes creado. Consiguen la cuadratura del círculo. Y todo ese trabajo, mezclado con la lírica disidente de Chuck D, con un estilo de rapear rabioso y cuya voz ruge cada rima, mezclado con los scratches de Terminator X, la aportación estética de los miembros de la S1W (Security of the first World) y la nota de humor en la labor de entertainer de Flavor Flav, consiguieron llegar a lo más alto. Consiguieron que Public Enemy fueran el enemigo número uno de la sociedad norteamericana más conservadora y ortodoxa. El puño negro en alto, como John Carlos y Tommie Smith. ‘It takes a million of nations to hold us back’ es la bofetada más grande de la historia de la música a todo lo previamente establecido.

Veinte años después, Public Enemy siguen en activo. Metiendo caña y revolucionando todo lo que pueden. Todavía son incómodos para la administración de turno en el poder; siguen teniendo problemas para salir de gira, para dar conciertos y para mantener el activismo político-social en su país. Pero no se rinden, y este año han decidido hacer una gira para conmemorar los veinte años del disco más importante de rap de la historia. También para recordar a los más jóvenes que son leyendas del hip-hop y que aun merecen un rincón en las paredes y en los reproductores de vinilo. Esta iba a ser la segunda vez que les veía en concierto. La vez anterior tuve la oportunidad de entrevistarles para la revista Serie B, y ahí queda esa foto junto a Flavor Flav y Chuck D para el recuerdo.

La primera parada de la gira fue Bristol, ayer por la noche, en la Carling Academy. Coincidía con la misma hora que la final de Champions que se disputaban dos equipos ingleses, de modo que personalmente tenía serias dudas de que el aforo fuese aceptable. Cuando entramos la sala estaba medio llena, pero poco a poco fue entrando gente, y para cuando Public Enemy salieron a escena, el local estaba a reventar.

Los teloneros fueron The Bomb Squad, los hermanos Shocklee armados de aparatos tales como ordenadores, teclados midi, platos, mpc o mesas de mezcla. Intencionadamente, su show estuvo enfocado a las raíces del hip-hop, de modo que comenzaron haciendo una sound system pinchando discos de reggae. Uno de ellos hacía de speaker, de maestro de ceremonias, animando al público, buscando interacción. Después pasaron a sonidos mas funky y sin tiempo para asimilarlo, de repente, el sonido dio un vuelco. El ritmo engordó muchísimo; bajo y batería, scratches y ruiditos varios. La sala retumbaba y la distorsión fue el elemento con el que más jugaron los dos beatmakers, cuyo show duró poco pero fue un guiño a todo lo que ocurrió hace más de veinte años y al modo de componer que tenían, además de las tan diversas influencias que les inspiraban.

Después Public Enemy salieron a escena y comenzaron a interpretar el disco desde el principio: las sirenas de ‘Countdown to armageddon’ sonaron avisando de que el bombardeo iba a comenzar, y entonces soltaron ‘Bring the noise’, ‘Don’t believe the hype’, ‘Cold lampin’ with flavour’, ‘Terminator X to the edge of panic’, ‘Black steel in the our of chaos’ o la brutal ‘Rebel without a pause’, momento clave de la actuación. Poco a poco fueron tocando todo el disco. Entero. Incluso los cortes instrumentales, momentos en los que Flavour Flav demostraba por qué es el teenager más viejo del mundo. Pero además hubo una novedad respecto a la forma de hacer los conciertos de Public Enemy, a veces paraban entre canción y canción y comentaban cómo surgió el tema o qué les inspiró a escribir. Hicieron un repaso y analizaron el contexto histórico y la intención de cada canción del disco.

También interpretaron otros clásicos, entrelazándolos uno tras otro de un modo vertiginoso. Cayeron ‘You’re gonna get yours’, ‘Too much posse’, ‘Brothers gonna work it out’, ‘911 is a joke’, ‘Welcome to the terrordrome’, ‘Can’t truss it’, ‘By the time I get to Arizona’, ‘Shut ‘em down’ y ‘Give it up’. ‘Harder than you think’, tema principal del último disco, fue la única canción fechada después de 1994 que tocaron, lo cual es significativo. Por lo importante que fueron en la etapa que va desde el 87 al 94 y porque sus últimos trabajos no han tenido la misma repercusión a nivel internacional. No porque ya no sean buenos, si no porque mantenerse fiel a sus principios y no fichar por discográficas multinacionales en un mundo como hoy, tiene un precio; te hace descender de liga. Porque si la MTV veta tus videos la gente joven no va a conocerte. Porque la rebeldía se ha convertido en simple diplomacia practicada también por las obras sociales de los bancos, no en lo que Public Enemy practican desde hace más de dos décadas (actividad que muchos tildan de radical o extremista). Y por que la música se está reduciendo a descargarse nuevos tonos de móviles, y las letras de las canciones solo dicen tonterías. Y a la industria no le interesa otra cosa. Pero esta  banda de rap, en más de veinte años no han compuesto jamás una canción estúpida, no han hablado de drogas, chicas, coches, dinero o champán. Y siguen teniendo estilo, siguen siendo frescos, hacen un espectáculo impresionante y lo dan todo en cada concierto. Acompañados por guitarra, bajo y batería, los tres miembros de la S1W y Dj Lord, siguen representando el hip-hop vayan donde vayan.

Por eso acabaron interpretando el ‘Fight the power’ alargándolo hasta que les echaron del escenario y dejando claro que hay que luchar el poder para conseguir un mundo mejor. Dejando claro que solo hay una raza; la raza humana. Y por eso se marcharon mientras sonaba ‘One Love: People get ready’ de Bob Marley. Con una mano: el puño en alto. Con la otra mano: el símbolo de

PAZ

viernes, 9 de mayo de 2008

UN AÑO EN BRISTOL

Hoy hace un año de aquel día en que me fui de Madrid y decidí dejarlo todo a un lado. Y fui en busca de respuestas, aventuras y retos. Y por eso quería hacer una entrada recordándolo. Recordándoos también a vosotros, lectores, que ha pasado un año desde entonces. Que el tiempo ha pasado rápido y sin avisar, como siempre. Sin embargo, no sé si es el momento adecuado de hacer balance, y quizás sería más cómodo no hacerlo, pero inevitablemente y sin pedir permiso, mi mente se pone a ello.

Releyendo la primera entrada de este blog, me doy cuenta de cuál era mi estado de ánimo hace un año, qué intenciones tenía. Así puedo valorar este año en Bristol con una referencia fiable, pues el legado escrito es como una fotografía; da detalles perfectos de un instante del pasado. ‘El Viaje’, la primera entrada, me da un poco de envidia. Por que tenía las cosas bien claras, más que nada. Pero como los sabios suelen decir; ‘no mires demasiado hacia atrás’.

Este año ha sido positivo en todos los sentidos, y creo haber mantenido vivo constantemente el espíritu del viaje a nivel mental y físico, al mismo tiempo que he conseguido metas importantes en el plano personal y en la vida privada.

Pero soy consciente de que en poco más de un mes cierro un ciclo. Tras los exámenes de inglés para conseguir el título, el objetivo principal a nivel académico se verá cumplido. Después se abren abanicos, opciones. Y llegará el momento de decidir qué hacer, a dónde ir, elegir lo adecuado. Hay miedos, claro, nadie quiere tomar la decisión equivocada. Pero ‘el mayor riesgo es no arriesgar.’ Así que habrá que lanzarse a por ello.

La temporada termina y hay que pensar en clubes por los que fichar. Pero sobre todo hay que pensar en subir de nivel. Ascender a primera división, o a la premier league, como dicen los ingleses. Tengo pendiente trabajar definitivamente como periodista de un modo profesional y remunerado, y espero conseguirlo tarde o temprano. De momento puedo deciros que tengo algunos ases guardados en la manga esperando a que surja la jugada perfecta para echar el órdago. Estad atentos.

Sin embargo, y a pesar de los temores ante una decisión que puede marcar el resto de mi vida, la mente está abierta, activa. Trabajando a pleno rendimiento. ‘Cerebro de alta velocidad’. Siempre abierto, infinito, como el mar. Primero llega la tormenta, de ideas, y luego la calma y la tranquilidad. Como en la foto, con la mirada en el horizonte ante la inmensidad.

En cuanto al blog, estoy contento por cómo ha ido funcionando a lo largo del año y espero que siga siendo un medio de comunicación entre vosotros y yo. Por eso hoy quiero recuperar esa interacción que practicamos en alguna de las primeras entradas y pediros que penséis. Que hagáis memoria y penséis en la mejor experiencia de este año, desde mayo de 2007 hasta hoy. Si tuvierais que seleccionar algo y esto fuese lo mejor, ¿qué sería?

Por mi parte seguiré contando novedades y reflexiones, viajes, anécdotas y crónicas de lo que vaya ocurriendo por Bristol y otras partes del mundo. Hasta que nos volvamos a encontrar, hasta que el destino cruce nuestros caminos de nuevo.

Un abrazo grande y hasta pronto.

PAZ

martes, 6 de mayo de 2008

UNA NOCHE EN LA ÓPERA

Tenía una deuda pendiente con la ópera a través del blog y hoy quiero saldarla a pesar de que no soy un gran entendido en la materia y de que jamás antes he escrito sobre un género como este.

Pero tengo la fortuna de haber acudido a la ópera y de haber sido partícipe de varias representaciones desde que tenía seis años. Así que, veinte años después, sé cuándo un cantante hace buen papel y cuándo no, sé si el director es bueno o si le escapa de las manos el control de la orquesta, coro y voces principales. Sé distinguir una buena escenificación, aunque esté ambientada en la actualidad. Digamos que sé diferenciar entre una buena obra y una mediocre, y ello es fruto de haber sido espectador en los teatros de Barcelona y otros puntos de Catalunya, de Madrid, Santander, Valencia, Berlín, Praga, Verona, Atenas o Nueva York.

Creo sinceramente que la ópera, tras décadas de mirarse el ombligo, ha recuperado su misión social. Ha sabido renovarse antes que morir. Desde hace ya unos años ha dejado de ser un espectáculo elitista y exclusivo para las clases sociales adineradas. Ha recuperado el ambiente popular (y aquí estas palabras significan circo, fiesta, pasatiempo). Ha recuperado la esencia con la que fue creada, que radica en contar historias a través del teatro y crear emociones con la música.

La ópera ha vuelto a acercarse al pueblo llano gracias a escenógrafos que han adaptado a la actualidad historias escritas hace trescientos años. Aunque esto también ha supuesto una reacción negativa por parte de aficionados fundamentalistas y una sorpresa para algunos iniciados que esperaban vestimentas del siglo XVII y palacios. Pero en su lugar han encontrado edificios contemporáneos y a los cantantes vestidos con ropa que bien podrías comprar en las tiendas de tu barrio. Y esto no significa que no haya lugar para las puestas en escena clásicas; todo lo contrario, hay lugar y debe mantenerse. Pero el género no puede supeditarse a la gloria del pasado y obviar la evolución, pues ello significaría perder el pulso de los días. Y, al tiempo, por el momento no hay noticia de nadie que le haya vencido. Por eso es mejor sacrificar parte de la carga a la vez que el oxígeno se renueva.

Con esta nueva corriente, la intención es devolverle a la ópera la dignidad y la frescura de sus orígenes. Y el modo de hacerlo es a través de representaciones que agiten conciencias, que denuncien situaciones de injusticia, que reflejen el estado de las cosas o que, simplemente, relaten fábulas creíbles. La misión original de la ópera, que ahora se intenta recuperar, es la de transmitir una serie de valores positivos para el entendimiento social a través de las historias que cuenta. Ser también una crónica fidedigna de la historia de la humanidad y de sus individuos, contar al mundo sus miserias, pero también sus logros. Se trata de llegar, en el plano sensorial de la palabra, a los que se han acercado esa noche al teatro y nunca dejarlos indiferentes. Además, para ello, la ópera tiene un gran aliado; la orquesta filarmónica, capaz de reproducir las melodías más perfectas y armoniosas jamás creadas por los genios de la música clásica.

Algunos dicen que la ópera está muerta, que no tiene donde ir. Pero en su contra, yo digo que no, que la ópera está más viva que nunca y que su futuro seguirá siendo la misión para la que nació. Una misión social de entretenimiento capaz de captar la atención de la burguesía y de la clase trabajadora, pues el mensaje que emite y el canal que utiliza, son universales.

Tras esta breve introducción, os cuento la velada en el Metropolitan Opera del Lincoln Center de Nueva York.

Un ballo in maschera

Llegamos al teatro sobre las siete de la tarde. Entramos y bebemos agua en los típicos vasos en forma de cono del Met, porque si vas a la ópera en Nueva York y no bebes agua en los vasos de cono, no es lo mismo. Nos dan el libreto donde informan que el papel de Ricardo, el protagonista, será reemplazado por otro cantante debido a incapacidad de quien estaba previsto.

Avanzamos por el pasillo central izquierdo de platea hasta el foso y observamos lo enorme que es el teatro. Con cinco pisos y una platea, alberga capacidad para casi cuatro mil personas. Viéndolo así, vacío todavía, con abundante luz, cuesta creer que la voz de un hombre o una mujer pueda llegar con calidad a todos los rincones. Pero esa duda quedará disipada algunos minutos después.

Las paredes son de un dorado mate, las butacas granate, el telón también es dorado casi ocre. Las lámparas cuelgan del techo en mitad del vacío, situadas a modo de satélite de una central y mucho mayor. Brillan como estrellas, cristales vivos, haz de luz, como criptonita.

Nos sentamos y leemos el argumento del primer acto mientras la gente va entrando y tomando asiento. Parece que Verdi va a obsequiarnos con un drama donde se mezcla el amor, la tiranía, la superstición, la infidelidad, el acoso político y, como no, la muerte.

Las lámparas ascienden hasta el techo y la luminosidad disminuye progresivamente; primero tenue, luego oscurece por completo. Nos preparan así, psicológicamente, para la representación.

Seguidamente sale el director de orquesta, Gianandrea Noseda, quien durante toda la obra dirigirá magistral y enérgicamente demostrando autoridad y saber hacer. El preludio u obertura marca inevitablemente la ópera desde el comienzo. Un sonido que lleva tragedia y amor en sus notas, belleza armónica ante todo.

Un ballo in maschera es una ópera en tres actos de Guiseppe Verdi, ambientada en la Suecia de 1792, bajo el mandato del Rey Ricardo. El argumento, que no voy a contar, transcurre en el palacio del Rey durante la primera escena del primer acto. A grandes rasgos, puede afirmarse que es una ópera difícil de cantar debido a los constantes solos o duetos que tienen que hacer las principales voces durante la mayoría de áreas. La segunda escena transcurre en la cueva de Ulrica, una gitana que adivina el futuro. La voz de Stephanie Blythe, quien la interpreta, suena con un poderío capaz de inundar cada rincón del teatro, con una musicalidad que por momentos eclipsa a la orquesta. Una voz que encuentra complicidad y comodidad junto a la de Angela Brown en el papel de Amelia, otra de las grandes de la noche. Ciertamente, se echa a faltar un poco más de protagonismo de Ulrica durante el resto de la historia, para poder oír su intensa voz un poco más. Para oírla cantar.

También Renato demuestra grandes dotes líricas, mientras a Ricardo le cuesta un poco más, aunque va mejorando mientras la representación avanza.

El primer interludio lo dedicamos para bajar a ver la exposición de Pavarotti y otros cuadros o fotografías. Al rato comienza el segundo acto, situado en un campo solitario a las afueras de la ciudad, donde ejecutan a los sentenciados a muerte. La puesta en escena es magnífica. Me recuerda a las afueras de Mordor, de El Señor de Los Anillos: un lugar ténebre y donde la vida es sólo una ilusión de esperanza. Aquí Ricardo demuestra de lo que es capaz (y debe hacerlo porque esta escena es su prueba de fuego) y canta con decisión, convencido y transmitiendo todos los sentimientos cuyo papel requiere. Amelia sigue en una línea ascendente, acompañado por Renato. En el plano argumental, el final del acto es clave para el desenlace. La traición y el engaño se pagarán muy caros. La desgracia está a punto de empezar.

Hay un segundo entreacto que nos parece demasiado largo pero que aprovechamos para salir a tomar el aire, para admirar los enormes lienzos de Marc Chagall y hacer alguna foto. La señora que se sienta a mi izquierda, al oírnos hablar en castellano, me pregunta de donde somos. Ella resulta ser mexicana, aunque neoyorquina de adopción.

La primera escena del último acto es la preparación del plato en frío; la venganza. En la casa de Renato, junto a los detractores del rey, se gesta y se prepara el asesinato de Ricardo. La tensión acecha, nos invade la intriga.

La segunda escena del tercer acto, se situa en el despacho del rey; cartas secretas con intenciones opuestas, los últimos estertores antes del desenlace final. Transcurre rápido, pero es un momento clave. La tercera y última escena es el baile de máscaras. De repente desaparece el despacho y, ante nuestros ojos, inesperadamente nos encontramos ante un enorme salón de palacio. De mármol verde, con escaleras majestuosas, lámparas dignas de un rey y una multitud que canta y baila enmascarada. Los aplausos esta vez no son para ningún intérprete, si no para el escenógrafo y la producción. Han conseguido meter un palacio en tres dimensiones dentro del escenario.

El baile y los cantos se coordinan a la perfección y gustan mucho al espectador. Y a su vez, Verdi demuestra que también sabe hacer cantar al coro.

La obra concluye con la muerte, pero mientras esta llega, los protagonistas le cantan efusivamente al perdón y al amor incondicional, a la amistad. A tres voces y con el coro acompañando, concluye  completo, definitivo. Sentencia la obra.

Después, los merecidos aplausos para los artistas y orquesta, y para nosotros una sensación de haber presenciado una gran e inigualable fiesta de la música y el teatro. La ópera.

PAZ

domingo, 4 de mayo de 2008

NYC (III)

New York state of mind

El viernes nos levantamos pronto y atravesamos la isla en metro hasta la punta sur del Downtown. Bajamos en la Ferry Terminal y llegamos a punto para el ferry de las diez a Staten Island. Al ser gratuito y pasar cerca de la estatua de la libertad, los viajeros somos mayoría turistas y sólo algunos ciudadanos neoyorquinos del distrito al que nos dirigimos.

Hace un día despejado y pasamos por delante de Ellis Island, de la Estatua de la Libertad y nos situamos frente al maravilloso espectáculo de edificios de Manhattan donde faltan las Torres Gemelas. De vuelta se repite el recorrido y aunque todas las cámaras apuntan a Manhattan, yo miro el puente Verrazano, la puerta de NYC. Y pienso que algún día comenzaré a correr 42 kilómetros y 195 metros desde allí.

En total pasa una hora hasta que volvemos a Manhattan. Después paseamos por Battery Park y nos acercamos hasta la Zona Cero. El proyecto que han comenzado a construir es la Freedom Tower y otros edificios vecinos que formarán el nuevo World Trade Center. Las obras no cesan, y la sensación que tengo es que no han avanzado mucho desde la última vez, sin embargo para el 2012 aseguran que estará terminada y su altura será de 541 metros.

Seguimos hasta Wall Street y paramos un rato frente a la bolsa neoyorquina. Decido hacerme una foto frente al edificio con mi camiseta que representa el pensamiento marxista. No ha sido deliberado el hecho de que hoy vistiese así, pero al final ha quedado bien. (Atentos al gorderas de la parte inferior izquierda de la foto, a ese seguro que no le importa ni el Nasdaq ni el Euríbor.)

Por las calles cercanas hay un ambiente alegre; un pequeño mercadillo de comida preparada donde la gente compra costillas de cerdo, carne asada, kebabs y grandes mazorcas de maíz que devoran con cara de conejo. Seguimos andando hasta el Pier 17, donde los antiguos veleros recuerdan la época colonial. Comemos en la zona común de la última planta unos nachos y un burrito del chiringuito mexicano, y esta será la peor comida del viaje. Estamos un rato tranquilos, tomando el sol, observando los puentes, Brooklyn, los helicópteros que despegan cada cuatro minutos.

Vamos andando hasta el Brooklyn Bridge y lo cruzamos en un tiempo mucho más breve que el de Queens. Damos un paseo por la zona que nos lleva hasta el Manhattan Bridge y luego cogemos el metro. Nos bajamos en Canal Street y damos un paseo por Tribeca, donde hay un ambiente cosmopolita y esnob. Gente quizás demasiado guapa, demasiado arreglada, demasiado cool. Pero a pesar de todo aun queda algún bohemio auténtico y el barrio tiene un encanto pasajero, de esos que te acaba cansando al tiempo de frecuentarlo habitualmente. Sí, un encanto de esos que han sido comprados recientemente por las marcas de ropa del momento.

Sobre las ocho de la tarde nos vamos al hostal y descansamos una hora y media antes de salir un rato por la noche. Vamos al East Village y tomamos unas cervezas en algunos pubs, damos varias vueltas por la zona y nos empapamos del ambiente nocturno de Nueva York. Realmente parece que existe esa malasaña neoyorquina que busqué sin éxito en nochevieja de 2007. De vuelta al metro me encuentro con un graffiti dedicado a Joe Strummer que conocía por un video y no puedo evitar sorprenderme gratamente.

El camino a casa nos lleva más de una hora a causa de las obras del metro, así que dormimos reventados de cansancio tras un duro día.

El sábado nos levantamos un poco tarde, pero sin presión alguna. Pasadas las doce ya estamos en la calle. Paseamos hacia el este cruzando Central Park y nuestra primera parada es el Guggemheim Museum. Solamente entramos en el hall, donde hay ocho coches colgados de los que salen barras de luces. A mi me encanta. Seguimos por la quinta avenida, cerca de donde viven los más adinerados de la ciudad. Llegamos hasta el Metropolitan Museum y paramos un rato en las escalinatas a ver a un par de tíos haciendo un show de breakdance. En uno de sus números hacen salir a tres personas y, de entre cientos, Paula es una de las elegidas. Los tíos resultan ser más cómicos que bailarines, pero tienen su gracia y se merecen lo ganado.

Comemos unas BBQ Ribs en un Friday’s de la séptima y después vamos a dar un último paseo por Harlem. Esa misma mañana ha habido una manifestación contra la declaración de no culpabilidad de tres policías que asesinaron a Sean Bell, un afro-americano. Los sucesos tuvieron lugar hace dos años, pero el juicio se ha alargado hasta esta semana. Según el juez, los policías dispararon a Sean en defensa propia. Pero lo peor de todo es que Sean recibió cincuenta disparos. Así que la gente se pregunta qué clase de defensa es disparar cincuenta veces. Y la gente está indignada y muy cabreada.

Es nuestra última noche, y aunque tenemos pensado salir, abortamos la misión para aprovechar las horas de mañana. Para despedirnos de las cenas volvemos al restaurante cercano donde tenían aquella carta interminable. Yo pido una hamburguesa completa que me sacia y me sabe como ninguna, Paula un sandwich que también pinta bien.

Tomamos un par de cervezas en un pub cercano donde el ambiente está animado y donde intuimos que la noche va a acabar peor que en el Bar Coyote. Es típico americano y también mola verlo.

De vuelta al hostal, un poco de NBA, preparar las maletas y a dormir.

 

El domingo amanecemos pronto. Aunque el día está un poco nublado, decidimos subir al Empire State. La ventaja de un día como hoy es que no hay que hacer largas y tediosas colas para subir. En menos de quince minutos disfrutamos del panorama. Las vistas desde semejante altura son un espectáculo de edificios, calles y avenidas.

Después decidimos despedirnos de la urbe por lo alto; comemos un sirloin steak en el Smith & Wollensky. Buen sabor de boca para finalizar. Damos un paseo hasta Times Square y cogemos el metro hasta el hostal. Hemos contratado un taxi-furgoneta que nos llevará a diez personas al aeropuerto por un precio mucho más asequible que un cab (o taxi amarillo). Hay dos de Barcelona y dos de Valencia, todos contamos anécdotas similares, todas alegres.

Volamos desde Newark, el aeropuerto de Nueva Jersey. La espera es larga y la pasamos jugando a las cartas y gastando los últimos dólares en un vino californiano. El viaje transcurre sin incidentes y marcado  por las pocas ganas de volver a Inglaterra. Enamorados de la ciudad de Nueva York. La ciudad que nunca duerme. La ciudad de los rascacielos. Capital del mundo. Punto de encuentro de todas las culturas, razas y lenguas. Donde millones de historias tienen su sede. Donde todo es posible. New York City Everything.

PAZ