domingo, 4 de mayo de 2008

NYC (III)

New York state of mind

El viernes nos levantamos pronto y atravesamos la isla en metro hasta la punta sur del Downtown. Bajamos en la Ferry Terminal y llegamos a punto para el ferry de las diez a Staten Island. Al ser gratuito y pasar cerca de la estatua de la libertad, los viajeros somos mayoría turistas y sólo algunos ciudadanos neoyorquinos del distrito al que nos dirigimos.

Hace un día despejado y pasamos por delante de Ellis Island, de la Estatua de la Libertad y nos situamos frente al maravilloso espectáculo de edificios de Manhattan donde faltan las Torres Gemelas. De vuelta se repite el recorrido y aunque todas las cámaras apuntan a Manhattan, yo miro el puente Verrazano, la puerta de NYC. Y pienso que algún día comenzaré a correr 42 kilómetros y 195 metros desde allí.

En total pasa una hora hasta que volvemos a Manhattan. Después paseamos por Battery Park y nos acercamos hasta la Zona Cero. El proyecto que han comenzado a construir es la Freedom Tower y otros edificios vecinos que formarán el nuevo World Trade Center. Las obras no cesan, y la sensación que tengo es que no han avanzado mucho desde la última vez, sin embargo para el 2012 aseguran que estará terminada y su altura será de 541 metros.

Seguimos hasta Wall Street y paramos un rato frente a la bolsa neoyorquina. Decido hacerme una foto frente al edificio con mi camiseta que representa el pensamiento marxista. No ha sido deliberado el hecho de que hoy vistiese así, pero al final ha quedado bien. (Atentos al gorderas de la parte inferior izquierda de la foto, a ese seguro que no le importa ni el Nasdaq ni el Euríbor.)

Por las calles cercanas hay un ambiente alegre; un pequeño mercadillo de comida preparada donde la gente compra costillas de cerdo, carne asada, kebabs y grandes mazorcas de maíz que devoran con cara de conejo. Seguimos andando hasta el Pier 17, donde los antiguos veleros recuerdan la época colonial. Comemos en la zona común de la última planta unos nachos y un burrito del chiringuito mexicano, y esta será la peor comida del viaje. Estamos un rato tranquilos, tomando el sol, observando los puentes, Brooklyn, los helicópteros que despegan cada cuatro minutos.

Vamos andando hasta el Brooklyn Bridge y lo cruzamos en un tiempo mucho más breve que el de Queens. Damos un paseo por la zona que nos lleva hasta el Manhattan Bridge y luego cogemos el metro. Nos bajamos en Canal Street y damos un paseo por Tribeca, donde hay un ambiente cosmopolita y esnob. Gente quizás demasiado guapa, demasiado arreglada, demasiado cool. Pero a pesar de todo aun queda algún bohemio auténtico y el barrio tiene un encanto pasajero, de esos que te acaba cansando al tiempo de frecuentarlo habitualmente. Sí, un encanto de esos que han sido comprados recientemente por las marcas de ropa del momento.

Sobre las ocho de la tarde nos vamos al hostal y descansamos una hora y media antes de salir un rato por la noche. Vamos al East Village y tomamos unas cervezas en algunos pubs, damos varias vueltas por la zona y nos empapamos del ambiente nocturno de Nueva York. Realmente parece que existe esa malasaña neoyorquina que busqué sin éxito en nochevieja de 2007. De vuelta al metro me encuentro con un graffiti dedicado a Joe Strummer que conocía por un video y no puedo evitar sorprenderme gratamente.

El camino a casa nos lleva más de una hora a causa de las obras del metro, así que dormimos reventados de cansancio tras un duro día.

El sábado nos levantamos un poco tarde, pero sin presión alguna. Pasadas las doce ya estamos en la calle. Paseamos hacia el este cruzando Central Park y nuestra primera parada es el Guggemheim Museum. Solamente entramos en el hall, donde hay ocho coches colgados de los que salen barras de luces. A mi me encanta. Seguimos por la quinta avenida, cerca de donde viven los más adinerados de la ciudad. Llegamos hasta el Metropolitan Museum y paramos un rato en las escalinatas a ver a un par de tíos haciendo un show de breakdance. En uno de sus números hacen salir a tres personas y, de entre cientos, Paula es una de las elegidas. Los tíos resultan ser más cómicos que bailarines, pero tienen su gracia y se merecen lo ganado.

Comemos unas BBQ Ribs en un Friday’s de la séptima y después vamos a dar un último paseo por Harlem. Esa misma mañana ha habido una manifestación contra la declaración de no culpabilidad de tres policías que asesinaron a Sean Bell, un afro-americano. Los sucesos tuvieron lugar hace dos años, pero el juicio se ha alargado hasta esta semana. Según el juez, los policías dispararon a Sean en defensa propia. Pero lo peor de todo es que Sean recibió cincuenta disparos. Así que la gente se pregunta qué clase de defensa es disparar cincuenta veces. Y la gente está indignada y muy cabreada.

Es nuestra última noche, y aunque tenemos pensado salir, abortamos la misión para aprovechar las horas de mañana. Para despedirnos de las cenas volvemos al restaurante cercano donde tenían aquella carta interminable. Yo pido una hamburguesa completa que me sacia y me sabe como ninguna, Paula un sandwich que también pinta bien.

Tomamos un par de cervezas en un pub cercano donde el ambiente está animado y donde intuimos que la noche va a acabar peor que en el Bar Coyote. Es típico americano y también mola verlo.

De vuelta al hostal, un poco de NBA, preparar las maletas y a dormir.

 

El domingo amanecemos pronto. Aunque el día está un poco nublado, decidimos subir al Empire State. La ventaja de un día como hoy es que no hay que hacer largas y tediosas colas para subir. En menos de quince minutos disfrutamos del panorama. Las vistas desde semejante altura son un espectáculo de edificios, calles y avenidas.

Después decidimos despedirnos de la urbe por lo alto; comemos un sirloin steak en el Smith & Wollensky. Buen sabor de boca para finalizar. Damos un paseo hasta Times Square y cogemos el metro hasta el hostal. Hemos contratado un taxi-furgoneta que nos llevará a diez personas al aeropuerto por un precio mucho más asequible que un cab (o taxi amarillo). Hay dos de Barcelona y dos de Valencia, todos contamos anécdotas similares, todas alegres.

Volamos desde Newark, el aeropuerto de Nueva Jersey. La espera es larga y la pasamos jugando a las cartas y gastando los últimos dólares en un vino californiano. El viaje transcurre sin incidentes y marcado  por las pocas ganas de volver a Inglaterra. Enamorados de la ciudad de Nueva York. La ciudad que nunca duerme. La ciudad de los rascacielos. Capital del mundo. Punto de encuentro de todas las culturas, razas y lenguas. Donde millones de historias tienen su sede. Donde todo es posible. New York City Everything.

PAZ

6 comentarios:

pfp dijo...

New York, New York...
genial la foto de la Bolsa, (el gordito de la izqda mola).
besos mm

4as dijo...

Y el gordito del centro con la cami roja ¿¿¿qué pasa con él??? :P
Me ha gustado mucho tu crónica del viaje, a la vez que me ha ido recordando cosas del mío. Qué ciudad, amigo, qué ciudad... Ya estoy deseando volver, jajaja.
We keep in touch!
Besos, bro.

pfp dijo...

el gordito del centro con la cami roja, todavía mola más

Liverani dijo...

¡¡Joder, un bolchevique en Wall Street!!. Hasta eso han logrado absorber los yankees. En otro orden de cosas, permíteme transmitirte mi más furibunda envidia por tus viajes. De hecho es posible que viajes más que antes. Algo está pasando en Bristol que no nos quieres contar.

pjdfp dijo...

El gorderas de la izquierda es brutal está pensando en cuantos perritos se va a comer después de los 4 whoppers que se ha papeado y en la evolución del precio de la birra y del donut.

Anónimo dijo...

Javier Duque, se me abren las tripas de tanta envidia. Y la foto en la Bolsa con la camiseta roja decorada con es emotivo agrícola-carpintero me recuerda ese rojito del tomate... y el rcuerdo me lleva hasta el pan... y lo junto todo, y le pones un poco de aceite... regresa, envíame pan con tomate... abandona el periodismo... conságrate a la tarea de hacernos felices cocinando (Macho, ¿te acuerdas de aquellas costillas que hiciste en un campamento de verano con una receta de tu abuelo?)
Un abrazo. Estoy muy entretenido con tus relatos