viernes, 2 de mayo de 2008

NYC (I)

Mi cuarto viaje a Nueva York suponía el primero de Paula, de modo que iba con ganas de hacer de guía y llevarla a los lugares típicos. Pero también quería hacer cosas distintas como, por otro lado, debe ser. Y como finalmente ha sido. Os lo voy a contar en un par de entradas o tres:

autobús, avión y reencuentro con la capital del mundo

El autobús de Bristol a Londres lo pasamos rápido, comemos unos bocatas buenísimos que preparamos y que me traen a la memoria los que me hacía mi padre todas las mañanas antes de ir al cole. Lo pensé, y creo que aquéllos, los que hacía mi padre, son los mejores bocatas de mi vida.

Durante las dos horas y media de trayecto, Paula lee la guía de Nueva York apuntando lugares de interés, yo me sumerjo en las últimas páginas de El Imperio de la mano de Kapuscinski mientras escucho un poco a los hermanos Cavalera o un poco el rap de Whodini.

La siempre hospitalaria Leti, la hermana de Paula, nos va a dar cobijo una vez más en su casa. Y antes de cenar vamos a tomar unas pintas. Tenemos una conversación interesante sobre la gente con mentes privilegiadas, aquellos que ven la vida desde un prisma matemático. Y concluimos que esa gente es afortunada, pero que ser un cerebro de esa índole también conlleva desventajas, sobre todo a la hora de mezclarse y fundirse como un elemento más de la comunidad. Pero les envidiamos. Envidiamos entender algunas cosas con semejante y pasmosa facilidad. Yo a veces imagino que ven la realidad como Neo en Matrix cuando se da cuenta de que es El Elegido. Una realidad plagada de ecuaciones, matrices, derivadas y demás fórmulas matemáticas.

Poco antes de terminar mi Guinness me llama mi padre desde el aeropuerto de Nueva York. Por escasas horas no vamos a coincidir, él parte a Los Ángeles.

Cenamos espléndidamente, como siempre que Leti nos acoge, y decidimos ver Persépolis, de Satrapi. Yo me estoy quedando dormido así que abandono pronto.

A las cinco y cuarto de la mañana suena el despertador del móvil. Hasta la segunda alarma no me entero de qué es lo que ocurre. Me voy directo a la ducha y al rato Paula y yo ya estamos en el metro.

La Terminal 4 de Heathrow es grande pero igual que las otras tres que conozco. Control de seguridad, pasaportes, tiendas… pero siempre lleno de gente que va y viene. Gente que viaja y con la que, sólo por ese absurdo motivo, creo tener una relación de complicidad. Creo sinceramente que la clase viajera es una nueva clase social del siglo XXI heredera, en cierto modo, del campesinado o de los obreros, al menos en la tarea que debe desempeñar en el juego social. Aunque esta reflexión la anoto para otra entrada del blog. Para después de mi próximo viaje que, por otra parte, va a ser muy pronto.

Despegamos pasadas las nueve de la mañana. Volamos con British Airways y aquí cada asiento tiene su pantallita. Tras ojear la revista de la compañía aérea y leer unas páginas de mi libro, comienzo a ver No country for old men, pero me cuesta un montón entender los pocos diálogos que hay. Vaya pelo más feo que lleva Bardem. Recomendado por Paula, la dejo para otro momento.

Al rato Paula duerme y yo pongo La Comunidad del Anillo, que está en un inglés inteligible y me conozco los diálogos, pero también acabo durmiéndome. Más de una hora después despierto y Frodo y los suyos están pasándolas putas en las Minas de Moria, así que habiendo perdido el hilo de la película y convencido de que  ver El Señor de los Anillos en una pantalla diminuta es una aberración cinematográfica, decido ver Soy leyenda. Está en castellano, pero latino-americano. Me descojono cada vez que  Will Smith habla. La película es una basura, lo único bueno es que suena Bob Marley varias veces.

Llegamos al JFK a las once y cuarto, hora local. Somos casi los últimos en pasar el control de pasaportes. A mi me toca en una fila en la que el policía de aduanas está de estreno. Tiene que ser su primer día, porque tarda un montón y tiene a dos tíos detrás indicándole qué debe hacer en todo momento. Llegan cientos de pasajeros de otro avión y muchos de ellos pasan el control antes que yo. Me empiezo a cabrear. Cuando me toca sonrío con un poco de falsedad y su tardanza me empieza a desconcertar. ¿Tendrán en mi ficha que estuve en Cuba? ¿Y qué importancia puede tener eso? No le des más vueltas, el tío es lento y no hay más.

Finalmente paso, Paula me espera con las maletas. Mientras el lentorro del madero que me ha tocado se enteraba de cómo iba la cosa, a ella la han llevado al cuartelillo de la policía sin darle ninguna explicación. Sólo le han dicho ‘sígueme’ y ‘siéntate’. El siguiente policía por cuyo control debemos pasar, tras preguntarle el motivo de que a Paula la hayan llevado a parte, nos dice que andan buscando a alguien con un nombre similar, pero que no hay problemas.

Paula se fuma un cigarro con ganas y cogemos un taxi. El taxista parece ruso, o de Europa del este. No habla con nosotros. Atravesamos Queens y llegamos a Manhattan por el Triboro Bridge. Por la calle 125, en pleno Harlem, nos desplazamos de este a oeste de la isla y a eso de la una y media (antes de lo que yo había previsto), llegamos al hostal.

Las fotos que vimos en Internet no tienen nada que ver con lo que nos encontramos, pero disponemos de una habitación limpia, con nevera y televisión, y un espacio con perchas que no es un armario para colgar algo de ropa. Los baños son comunes, pero limpios. La mayoría del staff es castellano-parlante, gente maja.

Hace un día soleado y algo caluroso. El hostal está en la calle 107 con Broadway o la también llamada West End Avenue, pues ambas calles se funden en una sola en estas latitudes. Decidimos bajar hasta Midtown por Central Park. Le explico a Paula que, antes, Manhattan era así, con esas rocas que dan ganas de tocar, que transmiten una sensación de firmeza y que se adivinan inquebrantables. Siempre me han fascinado las rocas de Central Park y hoy las observo con admiración y complicidad una vez más. También hay árboles; frondosos, americanos, llenos de vida. Árboles que han nacido de esas rocas, así que también transmiten robustez, abrazo sincero. El parque rebosa vitalidad; la gente corre, va en bici, juega al béisbol, pasea. Disfruta del día.

Llegamos a la casa Dakota, donde vivió John Lennon, y nos acercamos al mosaico de Imagine. Le ponemos unas flores a John y nos acordamos de él. Una vez en frente del portal Paula me reconstruye la escena del asesinato. Es emocionante.

Seguimos camino hasta la 66 con Broadway y recojo en el Lincoln Center las entradas para la Ópera a la que asistiremos el miércoles por cortesía de mis padres. Seguimos andando hasta Columbus Circle y cojemos la 59 para cruzar unas avenidas, hasta llegar a la Quinta, en frente del Hotel Plaza.

En la 57 entramos en Tiffany’s, seguimos y fotografiamos la Trump Tower, entramos en la tienda de la NBA, pasamos por delante de St. Patricks Cathedral y llegamos al Rockefeller Center. Nunca he subido al observatorio, de modo que aprovechando el día que hace no lo dudamos.

Las vistas son espectaculares, sobre todo mirando hacia el norte. Además, la posición de altura me sirve para situarle a Paula los puntos cardinales, los cinco distritos, los principales barrios de Manhattan y los edificios más altos e importantes. Estamos arriba más de una hora.

Paseamos hasta la sexta avenida y aunque aun son las ocho de la noche (para nosotros la una de la madrugada de un día en el que nos hemos levantado a las cinco y con un viaje de avión de por medio), damos una vuelta por la séptima y entramos en un local de comida self-service a comer unas hamburguesas muy ricas, preparadas por unos mexicanos simpáticos y atentos que saben más del Barça que yo.

Volvemos a casa en metro, habiendo comprado una tarjeta semanal que por 25 dólares te permite viajar todo lo que quieras y que amortizaremos satisfactoriamente.


Espero terminar de contaros todo NYC en un par de entradas más durante los dos próximos días.

PAZ

3 comentarios:

Anónimo dijo...

increíble lo de los mexicanos culés xDD te contaron que estáis a 14 puntos del Real Madrid?? y lo mismo el martes acabáis a 17... ya veremos

Bueno, como ves yo sigo fiel a la lectura de tu blog, Como iba a ser si no, ni más ni menos, ni más ni menos.

Un abrazo BRO

pfp dijo...

desde DF poniendome al día de tus andanzas,pronto te daré cuenta de las mias. besos mm

pfp dijo...

¡ah¡, Paula guapísima